La fecha elegida para la celebración del Día Mundial de la Hepatitis es la del nacimiento de Baruch Samuel Blumberg, científico estadounidense que identificó el virus de la hepatitis B en 1967 y dos años después desarrolló la primera vacuna preventiva frente a esta enfermedad.
Nacido en Nueva York en 1925, el Dr. Blumberg obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1976, compartido con Carleton Gajdusek, por sus hallazgos relacionados con el origen y la propagación de las enfermedades infecciosas víricas.
Trabajó en los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos entre 1957 y 1964, año en que se trasladó a Filadelfia para desarrollar su actividad en el Fox Chase Cancer Center. Fue profesor de medicina y antropología de la Universidad de Pennsylvania desde 1977, y en 1999 se convirtió en el primer director del Instituto de Astrobiología de la NASA. Falleció el pasado 5 de abril a causa de un infarto de miocardio.
El descubrimiento del VHB se considera uno de los grandes avances médicos del siglo XX, pero en realidad su consecución no era lo que Blumberg se proponía. La fortuna y el azar, eso que llaman serendipia, contribuyeron al hallazgo. Como antropólogo médico, investigaba el papel de la herencia en la susceptibilidad a determinadas enfermedades. Para ello, su equipo recogía muestras de sangre de poblaciones de todo el mundo con el fin de buscar diferencias genéticas. Sin embargo, dado que la tecnología de entonces no permitía analizar las muestras a nivel genético, empleaba un método indirecto basado en el estudio de pacientes hemofílicos, ya que al ser receptores de múltiples transfusiones estaban expuestos a proteínas que no habían heredado ellos mismos, sino que las habían adquirido de los donantes. Por ese motivo, los hemofílicos producían anticuerpos contra los antígenos de los donantes. Blumberg decidió utilizar anticuerpos de enfermos hemofílicos con las muestras de sangre que habían recogido y observó un emparejamiento inusual entre un anticuerpo de un paciente de Nueva York con una muestra sanguínea de un aborigen australiano. Aquel hallazgo condujo a la confirmación de que aquel antígeno australiano, tal como se llamó, causaba hepatitis B, lo cual llevó a la identificación del virus.
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