Los desórdenes de la articulación temporomandibular (ATM) fueron ya reconocidos desde los tiempos de Hipócrates, pero fue el otorrinolaringólogo James B. Costen, en 1934, el primero que reunió un grupo de síntomas y los relacionó con los desórdenes funcionales de la ATM en lo que, posteriormente, se conocería como síndrome de Costen.