A un año del inicio de la pandemia de la COVID-19, sigue existiendo una necesidad urgente de limitar la propagación del virus causante del síndrome respiratorio agudo grave del coronavirus 2 (SARS-CoV-2) y frenar la enfermedad en los Estados Unidos de América (EE. UU.) a través de intervenciones no farmacéuticas. Evidencia clara respalda la efectividad de las estrategias simples para identificar los riesgos y mitigar la propagación de la infección, y gran parte de esta proviene de los estudios observacionales.
En este artículo, publicado en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (Journal of the American Medical Association, JAMA su sigla en inglés), los autores expresan sus consideraciones acerca de la importancia de los estudios observacionales en la identificación de los entornos de alto riesgo para la trasmisión de la COVID-19 y cómo estas investigaciones deben comunicarse claramente al público para respaldar las medidas de salud pública y motivar el cambio del comportamiento individual que posibilite reducir el riesgo de contagio.
Los factores de riesgo de infección con el SARS-CoV-2 en la comunidad se pueden identificar comparando los comportamientos y las exposiciones recientes entre las personas que han sido infectadas con las que no lo están, utilizando un enfoque tradicional de casos y controles. La comunicación oportuna de estos hallazgos a la población, según los autores, puede influir en la disminución de la transmisión de la COVID-19. Sus consideraciones se exponen bajo tres enunciados que se resumen a continuación:
Lecciones clave sobre la transmisión comunitaria del SARS-CoV-2
Medidas como usar correctamente el nasobuco y evitar las aglomeraciones se han demostrado que tienen un efecto sobre la propagación de la COVID-19. Los investigadores estiman que el 20 % de las personas infectadas causan aproximadamente el 80 % de las transmisiones del SARS-CoV-2. Se cree que alrededor del 50 % ocurren por personas asintomáticas o presintomáticas. Esto representa un desafío importante para la prevención porque aumenta la propensión a la diseminación comunitaria de esta enfermedad a través de las diversas actividades de alto riesgo, que involucran a las personas infectadas asintomáticas que, sin saberlo, transmiten el virus.
Las investigaciones de los brotes de la COVID-19 han demostrado que los factores que influyen en el riesgo de la transmisión varían según los entornos. Sin embargo, estos factores locales ocurren en patrones bien establecidos que pueden prevenirse cuando se identifican oportunamente. Por ejemplo, en comparación con los espacios exteriores bien ventilados, el riesgo de infección es mayor en los espacios interiores mal ventilados cuando hay una duración prolongada del contacto cercano (a menos de 2 metros de alguien durante un periodo de entre 15 minutos hasta 24 horas) conjuntamente con una reducida barrera física a la transmisión viral por el uso inadecuado del nasobuco.
El contexto y la intensidad de la exposición son claves en la propagación del SARS-CoV-2. Los grandes brotes o los eventos de supertransmisión generalmente se han caracterizado por una confluencia de estos factores, como espacios interiores abarrotados combinados con la falta, o el incorrecto, uso del nasobuco. Los entornos de vida y de trabajo que se caracterizan por tales factores también pueden contribuir a una mayor incidencia de la COVID-19 asociados con la raza, la etnia, la pobreza y el código postal (zona de residencia).
Identificación de los comportamientos modificables asociados con la propagación
En opinión de los autores deben desarrollarse investigaciones a través de las entrevistas a las personas que tienen la enfermedad para rastrear los cronogramas de sus actividades y sus contactos. Los esfuerzos para el control de la COVID-19, en países que lograron limitar la propagación temprana de la pandemia, incluyeron pruebas frecuentes y estratégicas y el uso de la observación extendida de los contactos para alentar o hacer cumplir las precauciones de la cuarentena, junto con una comunicación constante y el apoyo del gobierno en las estrategias para la mitigación, entre ellas las legislaciones relacionadas con el uso obligatorio del nasobuco y las restricciones sobre las reuniones así como los límites de ocupación en los sectores comerciales.
El rastreo de los contactos requiere muchos recursos, pero sigue siendo fundamental para identificar, probar y poner en cuarentena a los que estuvieron cerca de las personas que son confirmadas con la COVID-19. El contacto cercano con una persona que se sabe que está infectada con el SARS-CoV-2 sigue siendo uno de los predictores más fuertes de una eventualmente positiva prueba de infección por este virus.
En el contexto de la transmisión comunitaria generalizada del SARS-CoV-2 en los EE. UU., en el momento de redactar este artículo, la identificación de las posibles fuentes de infección para los casos individuales, o los vínculos entre los casos, se vuelve más difícil porque puede requerir muchos recursos de los departamentos de salud.
Las investigaciones que emplean un grupo de comparación, incluidos los estudios tradicionales de casos y controles, se vuelven cada vez más importantes en la identificación de los factores modificables para frenar las infecciones cuando la transmisión está generalizada. Los grupos de comparación proporcionan un contraste entre las actividades comunes y las exposiciones que aumentan el riesgo de infección.
Tras la flexibilización de los pedidos de permanencia en los hogares a mediados del año 2020, un grupo de investigadores realizó una encuesta telefónica a 314 adultos en 10 estados de los EE.UU. para comparar las exposiciones y los comportamientos entre los pacientes sintomáticos, cuyos resultados fueron positivos en la prueba para el SARS-CoV-2, y un grupo de control de individuos examinados para este virus con resultados negativos.
De esta forma se trataba de identificar las actividades que eran más comunes entre los casos que entre los controles, lo que indica un mayor riesgo de infección. En esta investigación se identificó una asociación entre la infección por el SARS-CoV-2 y el cenar en restaurantes e ir a bares o cafeterías. Lo que comparten estas actividades es que son incompatibles con el uso continuo del nasobuco al comer o beber, implican una exposición prolongada e intensa con otras personas que podrían estar infectadas y ser potencialmente asintomáticas, y que hacen difícil el mantener las distancias seguras entre los individuos durante todo el tiempo.
Una investigación similar de casos y controles en el 2020 entre 397 niños en Mississippi encontró que las reuniones con personas fuera del hogar, como las actividades sociales donde es menos probable que los individuos usen los nasobucos o mantengan la distancia social, se asociaron con una prueba positiva del SARS-CoV-2. Por el contrario, el asistir a la escuela o a los círculos infantiles no se asoció con resultados positivos de la prueba del SARS-CoV-2, lo que sugiere que el riesgo puede haberse mitigado mediante el uso regular del nasobuco, por parte del personal de la institución y los niños, junto a otras medidas de seguridad en las instalaciones.
Los hallazgos de las investigaciones locales para identificar a los comportamientos o las actividades que se asocian con un mayor riesgo de propagación de la COVID-19 se pueden utilizar para enfocar las estrategias para la mitigación y los mensajes de comunicación social. Cómo y qué factores de riesgo se identifican depende de las investigaciones de los casos, del análisis de los patrones de infección y de los hallazgos previos. Los resultados de estos estudios pueden servir para complementar la evidencia de otras investigaciones, como los estudios ecológicos que utilizan datos de teléfonos celulares para identificar posibles puntos críticos de transmisión de la enfermedad.
Proporcionar evidencias para respaldar las estrategias de mitigación
El papel de los profesionales de la salud pública es proporcionar recomendaciones basadas en los datos científicos, de manera oportuna, para frenar la propagación de la pandemia de la COVID-19 y prevenir enfermedades y muertes. A menudo, las decisiones que se toman con la intención de reducir la carga de la enfermedad durante una pandemia se construyen sobre una información incompleta.
La eficacia de las estrategias para la mitigación y las recomendaciones sobre la adopción de los comportamientos apropiados deben reevaluarse continuamente durante la pandemia de la COVID-19, incluso mientras continúa la vacunación, y las estrategias de prevención deben adaptarse a la situación actual y al contexto determinado, sustentadas sobre datos locales, como las investigaciones de casos y controles. Se ha aprendido mucho sobre la transmisión del SARS-CoV-2 durante el pasado año, y se puede utilizar el nuevo conocimiento de la dinámica de la transmisión, incluida la propagación desigual del virus dentro de las comunidades, para orientar intervenciones y políticas específicas de salud.
Fuente: Tenforde MW, Fisher KA, Patel MM. Identifying COVID-19 Risk Through Observational Studies to Inform Control Measures. JAMA [Internet]. 2021 [citado 19 Abr 2021];325(14):1464–1465. Disponible en: https://doi.org/10.1001/jama.2021.1995
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