La pandemia de la COVID-19 se ha enfrentado a respuestas heterogéneas en diferentes países que han dado lugar a impactos desiguales, con las poblaciones de Europa, los Estados Unidos de América y América Latina afectadas de manera desproporcionada. Las decisiones globales de las agencias y los gobiernos, así como el comportamiento de los ciudadanos en cada sociedad, han sido factores clave en esta situación.
En este artículo, publicado en la revista The Lancet, los autores exponen sus consideraciones acerca de la evolución futura de la pandemia de la COVID-19 tomando en consideración el comportamiento de los ciudadanos, las decisiones de los gobiernos, el progreso en el desarrollo de los tratamientos, así como el de las vacunas, y el de otras disciplinas en las ciencias y en las humanidades que se centran tanto en poner fin a esta pandemia como en reducir los impactos de las futuras zoonosis.
Los investigadores destacan que las vacunas por sí solas, a menos que logren una alta cobertura en la población, ofrezcan protección duradera y sean efectivas para prevenir tanto la transmisión del SARS-CoV-2 como la COVID-19, no pondrán fin a la pandemia ni permitirán que el mundo vuelva a la normalidad.
Por ello, los países, las comunidades y las personas deben estar preparados para hacer frente a largo plazo tanto a las demandas como a las consecuencias de vivir con las medidas de prevención y de contención esenciales.
Según los autores, muchos factores determinarán el resultado general de la pandemia. Un enfoque nacionalista, en lugar de global, para la entrega de las vacunas, no solo es moralmente incorrecto, sino que también retrasará cualquier regreso a un nivel de “normalidad” (incluidos los controles fronterizos relajados) porque ningún país puede estar seguro hasta que todos los demás lo estén. Hay que tener presente que el SARS-CoV-2 podría seguir mutando de manera que se acelere la transmisión del virus y se reduzca la eficacia de las vacunas.
Por lo tanto, consideran los autores, se necesitarán estrategias continuas para hacer frente a la presencia endémica del SARS-CoV-2 en las poblaciones a largo plazo. Además, aún no se tiene la certeza de si, y cuándo, será necesaria la revacunación con las vacunas contra la COVID-19, actuales o nuevas, ya que se desconoce la duración de la protección inmunológica y la eficacia contra las variantes emergentes del SARS-CoV-2.
Con tales incertidumbres, plantean que no se debe suponer que los avances científicos recientes en el diagnóstico, las vacunas y los tratamientos para la COVID-19 pondrán fin a la pandemia. Es probable que el mundo tenga muchos años más por delante de toma de decisiones sobre la COVID-19, ya que consideran que no hay una solución rápida disponible en la actualidad.
En su análisis reflejan que las decisiones globales de las agencias y los gobiernos, así como el comportamiento de los ciudadanos en cada sociedad, afectarán en gran medida el viaje que la población mundial tiene por delante. Consideran que hay muchos resultados posibles.
En un extremo sitúan el escenario más optimista, en el que las vacunas contra la COVID-19 de nueva generación son efectivas contra todas las variantes del SARS-CoV-2 (incluidas las que aún pueden surgir) y el control de este virus se lleva a cabo de manera eficaz en todos los países en un esfuerzo coordinado para lograr el control global. Incluso con la cooperación internacional y la financiación adecuada, lograr este escenario inevitablemente necesitaría de mucho tiempo. La iniciativa COVAX es solo un paso inicial para abordar la equidad de las vacunas y la coordinación global para el acceso a estas, especialmente en los países de bajos ingresos.
Argumentan que en el otro extremo hay un escenario pesimista, en el que las variantes del SARS-CoV-2 surgen repetidamente con la capacidad de escapar de la inmunidad que aportan las vacunas, de modo que solo los países de altos ingresos pueden responder fabricando rápidamente vacunas adaptadas para las múltiples rondas de reinmunización de la población en busca de un control nacional, mientras que el resto del mundo lucha con oleadas repetidas y con vacunas que no son lo suficientemente efectivas contra las nuevas variantes virales que circulan. En tal escenario, incluso en países de altos ingresos, probablemente se producirían repetidos brotes y el camino hacia la “normalidad” en la sociedad y en los negocios sería mucho más largo. Y hay muchos otros escenarios intermedios o alternativos.
En opinión de los autores los países que han mantenido bajo control el SARS-CoV-2, y aquellos donde hay altos niveles de transmisión viral, probablemente alcanzarán con el tiempo un destino similar, aunque sus caminos para llegar hasta allí serán bastante diferentes, porque ningún país puede estar permanentemente aislado del resto del mundo.
Desafortunadamente, los países que trabajen aislados unos de otros y de las agencias globales prolongarán la pandemia. Un enfoque nacionalista en lugar de global para la disponibilidad, distribución y entrega de las vacunas contra la COVID-19 hará que un resultado pesimista sea mucho más probable. Además, a menos que los países trabajen juntos para ampliar los esfuerzos de la prevención, el riesgo de otras pandemias u otros desastres transfronterizos con consecuencias similares, incluidos los provocados por el cambio climático, seguirá siendo una amenaza constante.
Fuente: Skegg D, Gluckman P, Boulton G, Hackmann H, Karim SSA, Piot P, et al. Future scenarios for the COVID-19 pandemic. The Lancet [Internet]. 2021 [citado 5 Abr 2021];397(10276):777-8. Disponible en: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(21)00424-4
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