El hospital es un reino de ecos y heridas abiertas.
En su centro, el médico internista permanece: arquitecto de lo invisible, cartógrafo del caos. Sus manos no suturan piel, pero descifran el lenguaje oculto de las entrañas. El estetoscopio es un péndulo que oscila entre el ruido y la verdad. En su bata blanca —manchada de café frío y dudas— lleva el peso de los diagnósticos que nadie más quiso cargar.
Es el cazador de sombras. Leer más…
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