El estudio señala que los priones pueden vivir en el cerebro humano durante al menos treinta años antes de que el paciente comience a desarrollar los síntomas de la enfermedad.
En este artículo, publicado por la revista Morbidity and Mortality Weekly Report (MMWR) durante el año 2018, los investigadores se propusieron identificar si existía relación entre el número de casos de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob reportados en Japón entre los años 1975 y 2008 e implantes de duramadre procedentes de cadáveres humanos efectuados durante una intervención quirúrgica en igual período de tiempo.
Entre las conclusiones a que arriban los autores se encuentra que este número relativamente alto de casos probablemente estuvo relacionado con el mayor uso en Japón del principal vehículo de transmisión, injertos cadavéricos marca Lyodura producidos antes de mayo de 1987 cuando el fabricante cambió su proceso de producción para reducir el riesgo de transmisión de priones. Plantean, además, que el período de latencia de esta afección es de al menos 30 años y, debido al conocido potencial de períodos de latencia incluso más largos para las enfermedades priónicas, es probable que la aparición de nuevos casos continúe.
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