Mientras se publica este artículo, la pandemia por coronavirus (COVID-19) está planteando desafíos sin precedentes para los sistemas de salud a nivel mundial. Se estima que aproximadamente 1 de cada 5 casos sintomáticos requerirá hospitalización para recibir apoyo médico, y 1 de cada 20 requerirá cuidados intensivos -tratamiento asistencial por insuficiencia respiratoria grave, con mayores tasas de letalidad en pacientes mayores con comorbilidades médicas.
Como en otras enfermedades potencialmente mortales que requieren apoyo médico intensivo, el delirium ocurre con frecuencia y se asocia con un peor pronóstico, especialmente en los ancianos.
Un informe reciente de 214 casos en China encontró que aproximadamente el 15% de los pacientes con COVID-19 grave desarrollaron estados de alteración de la conciencia, incluido el delirio.
El delirium es una afección multifactorial, caracterizada por una amplia gama de anomalías neuropsiquiátricas, que generalmente incluyen cambios en la atención. y conciencia, problemas para dormir, pensamientos delirantes y alucinaciones, ansiedad e inquietud, a veces solas o con franca agitación psicomotora.
La alteración se desarrolla rápidamente (generalmente de horas a días) y tiende a fluctuar a lo largo del día. Las presentaciones hipoactivas son las más frecuentes, aunque las presentaciones agitadas / hiperactivas ocurren en aproximadamente el 25% de los pacientes con delirio.
Personas con COVID-19 puede tener varios factores de riesgo de delirium, incluida la desorientación causada por la hospitalización, la vejez, las múltiples comorbilidades preexistentes y la polifarmacia. Además, los factores de riesgo adicionales potencialmente relevantes son el aislamiento prolongado, el uso de tratamientos médicos experimentales asociados con efectos secundarios neuropsiquiátricos (p. ej. fármacos antipalúdicos y antivirales), efectos neurológicos directos o mediados por la inmunidad, ventilación mecánica prolongada e insuficiencia renal aguda.
Las directrices nacionales e internacionales autorizadas recomiendan intervenciones no farmacológicas para la prevención y el tratamiento del delirium, mientras que los tratamientos farmacológicos deben considerarse solo para el delirium hiperactivo con problemas de comportamiento importantes (es decir, agitación, agresividad) o en pacientes con angustia grave.
En estos casos, se recomiendan antipsicóticos, y en particular antipsicóticos de primera generación, como haloperidol o levomepromazina (también indicados como metotrimeprazina). Sin embargo, la eficacia y seguridad de los antipsicóticos para el delirium sigue siendo un tema de debate activo. Medicamentos con antihistaminérgicos y los perfiles anticolinérgicos pueden inducir eficazmente la sedación a corto plazo, pero los riesgos a medio y largo plazo pueden ser relevantes (p. ej., sedación diurna, dificultad respiratoria y un mayor empeoramiento del rendimiento cognitivo).
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Autor/a: Giovanni Ostuzzi, Chiara Gastaldon, Davide Papola. Therapeutic Advances in Psychopharmacology Published July 20, 2020
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