Un estudio sobre las bacterias que viven en el interior de los electrodomésticos y los aparatos de laboratorio revela la existencia de un sólido ecosistema. Aunque en estudios anteriores se descubrieron distintas comunidades de microrganismos en los electrodomésticos de cocina como los lavavajillas y las cafeteras, es la primera vez que se investiga si el horno microondas tiene su propio microbioma.
El artículo The microwave bacteriome: biodiversity of domestic and laboratory microwave ovens, publicado en la revista Frontiers in Microbiology en agosto de 2024, cuestiona una idea errónea muy extendida: que la radiación de los hornos microondas calienta y mata por completo las bacterias que causan enfermedades transmitidas por los alimentos, como Escherichia coli y Salmonella.
Para ello describen la composición bacteriana de 30 microondas de diferentes entornos para explorar las complejidades de su microbioma, con especial atención a la identificación de las variaciones basadas en los patrones de uso. El objetivo es determinar si los microondas albergan un microbioma distinto, moldeado por la exposición prolongada a la radiación de microondas, o si sus comunidades bacterianas están influenciadas por las interacciones con los alimentos y los hábitos de los usuarios.
Los investigadores tomaron muestras de 30 hornos microondas: 10 de uso doméstico, 10 de uso compartido en grandes espacios, como oficinas, y 10 de uso en el laboratorio para calentar las muestras y las soluciones químicas. A continuación, el equipo cultivó las muestras y determinó el género de los microrganismos que crecieron. También secuenciaron el ácido desoxirribonucleico (ADN) del material extraído de los hornos microondas para hacerse una idea de la diversidad bacteriana existente en el interior de los aparatos.
De los cultivos se obtuvo una colección de 101 cepas, en la que predominaban las pertenecientes a los géneros Bacillus, Micrococcus y Staphylococcus, seguidas de Brachybacterium, Paracoccus y Priestia.
Los miembros de los géneros Acinetobacter, Bhargavaea, Brevibacterium, Brevundimonas, Dermacoccus, Klebsiella, Pantoea, Pseudoxanthomonas y Rhizobium sólo se encontraron en los microondas domésticos. Las cepas pertenecientes a los géneros Arthrobacter, Enterobacter, Janibacter, Methylobacterium, Neobacillus, Nocardioides, Novosphingobium, Paenibacillus, Peribacillus, Planococcus, Rothia, Sporosarcina y Terribacillus sólo se aislaron en los microondas de uso compartido en grandes espacios. Una cepa de la especie Nonomuraea sólo se aisló en un microondas de laboratorio.
Las bacterias de los géneros Bacillus, Micrococcus y Staphylococcus, que suelen vivir en la piel humana y en las superficies que las personas tocan con frecuencia, estaban presentes en los tres tipos de hornos microondas, pero eran más abundantes en los domésticos y en los de uso compartido. Algunos tipos de bacterias asociadas a las enfermedades transmitidas por los alimentos, como Klebsiella y Brevundimonas, también crecieron en algunos de los cultivos de los microondas domésticos.
Además, se aislaron cepas microbianas de los géneros Bacillus, Curtobacterium, Prolinoborus, Pseudomonas y Staphylococus tanto en los microondas de uso doméstico como de uso compartido. Las cepas de Kocuria y Moraxella se obtuvieron de los microondas domésticos y de laboratorio. Se encontraron miembros de cuatro géneros en todos los tipos de microondas: Brachybacterium, Micrococcus, Paracoccus y Priestia.
Estos hallazgos revelaron la intrincada interacción entre la exposición a la radiación de microondas, las interacciones con los alimentos y los hábitos de uso en la conformación del bacterioma de los hornos microondas.
La distinta composición microbiana observada entre los microondas de laboratorio y los de uso doméstico subrayó la influencia de los patrones de uso en las comunidades microbianas. Los microondas de uso doméstico, enriquecidos con géneros asociados a los alimentos, reflejaban su uso culinario primario, mientras que los microondas de laboratorio albergaban taxones resistentes a la radiación, la desecación y las altas temperaturas, lo que indica una exposición prolongada a la radiación de microondas y sugiere una presión selectiva de estos factores severos en la conformación del perfil microbiano distintivo que encontraron.
Los hornos microondas de laboratorio contenían la mayor diversidad genética de bacterias. Los investigadores encontraron tanto bacterias de la encimera de la cocina como extremófilas capaces de resistir la radiación, las altas temperaturas y la sequedad extrema de estos aparatos.
Los extremófilos son organismos que pueden sobrevivir, e incluso prosperar, en los entornos más hostiles, como el interior de las fuentes hidrotermales abrasadoras, el hielo antártico a temperaturas bajo cero y las presiones aplastantes de la corteza terrestre.
El equipo sugiere que las cepas extremófilas que encontraron en los hornos microondas podrían haber sido «seleccionadas» evolutivamente al sobrevivir a rondas repetidas de radiación, y podrían tener aplicaciones biotecnológicas, como en la biorremediación de los desechos tóxicos. Plantean que el siguiente paso es investigar cómo el uso de microondas podría afectar a estas bacterias con el tiempo.
Los autores resaltan que un horno microondas no es un lugar puro y prístino. Tampoco es un reservorio de patógenos al que haya que temer. Pero recomiendan limpiar el microondas de la cocina a menudo, con la misma frecuencia con la que se friegan las superficies de la cocina para eliminar posibles bacterias.
Sin embargo, se necesita más investigación para comprender cómo ciertas cepas bacterianas que se encuentran comúnmente en los microondas se adaptan a estas presiones selectivas. De hecho, este análisis podría proporcionar información relevante sobre el potencial biotecnológico del bacterioma de los hornos microondas.
Fuente: Frontiers in Microbiology
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