El éxito del tratamiento, patentado por el CSIC, radica en que el sistema inmunológico queda «entrenado» para luchar contra las partículas del virus y las células infectadas de forma duradera. Un ensayo clínico en fase I ha demostrado la eficacia inmunitaria del candidato MVA-B a vacuna preventiva contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El 90% de los voluntarios sometidos al compuesto, elaborado y patentado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha desarrollado una respuesta inmune al virus y el 85% de ellos la ha mantenido durante, al menos, un año. Su seguridad y eficacia son descritas en las revistas vaccine y Journal of Virology. En 2008, la MVA-B se reveló eficaz en ratones y macacos frente al virus de la inmunodeficiencia del simio (SIV), un hallazgo que motivó la ejecución del ensayo clínico en 30 voluntarios sanos, dirigido por el Hospital Clínic de Barcelona y en el que también participó el Gregorio Marañón de Madrid. La respuesta inmunológica obtenida en humanos abre la puerta a otro ensayo clínico en fase I con voluntarios infectados por el VIH; en esta ocasión, para comprobar su eficacia como vacuna terapéutica. El éxito del tratamiento se basa en que el sistema inmunológico queda «entrenado» para responder a las partículas del virus y células infectadas de forma duradera. El investigador en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC Mariano Esteban, responsable del desarrollo del compuesto, explica que «MVA-B ha demostrado ser tan o más potente que las vacunas actualmente en estudio». En lo relativo a la seguridad de MVA-B, «los efectos secundarios que se han producido son los que cabe esperar en cualquier tipo de vacunación, principalmente de tipo local en la zona de inyección», asegura el responsable del equipo del Hospital Gregorio Marañón, el doctor Juan Carlos López Bernaldo de Quirós. Y añade: «No ha existido ningún efecto adverso que haya comprometido la salud de los voluntarios». «Los resultados deben ser tomados con cautela, ya que el tratamiento sólo se ha probado en 30 voluntarios y, aunque estimula una respuesta potente en la mayoría de los casos, es pronto para predecir si las defensas inducidas prevendrán la infección», matiza el doctor responsable del equipo de investigación del Clínic, Felipe García. En 1999, el equipo de investigación de Esteban comenzó a trabajar en el desarrollo y preclínica de MVA-B, que recibe su nombre de su composición a partir del virus Vaccinia Modificado de Ankara (MVA). Se trata de un virus atenuado que se usó para erradicar la viruela y que sirve de modelo en la investigación de múltiples vacunas. La B procede del subtipo de VIH al que pretende combatir, el más prevalente en Europa. El desarrollo de la MVA-B se basa en la introducción de cuatro genes del VIH (Gag, Pol, Nef y Env) en la secuencia genética de vaccinia. Un sistema inmunitario sano reacciona frente al MVA, y los genes de VIH insertados en su ADN no son capaces de infectar a seres humanos, lo que garantiza la seguridad del ensayo clínico.
Un total de 24 voluntarios recibió el tratamiento con MVA-B, mientras que los otros seis recibieron un placebo, según un proceso de doble ciego. La vacuna se administró en tres dosis por vía intramuscular en las semanas 0, 4 y 16, desde el inicio, y sus efectos se evaluaron en sangre periférica hasta la semana 48, cuando concluyó el ensayo. La inoculación de la vacuna en un voluntario sano pretende entrenar su sistema inmunológico para detectar y combatir esos componentes del virus. Según Esteban, «es como si le enseñáramos una foto del VIH para que sea capaz de reconocerlo si se lo encuentra en el futuro». Las células principales de este experimento, los linfocitos T y B, vendrián a ser los centinelas encargados de detectar las sustancias extrañas que se introducen en el organismo y enviar la alarma para su destrucción. «Nuestro organismo está repleto de linfocitos, cada uno programado para luchar contra un patógeno diferente», comenta Esteban. Por ello, «es necesario someterlos a un entrenamiento cuando se trata de un patógeno al que no pueden vencer de forma natural, como es el VIH», añade. Los linfocitos B son los responsables de la respuesta inmunológica humoral, cuya producción de anticuerpos actúa sobre las partículas del VIH antes de que penetren e infecten una célula. Se anclan a su estructura superficial y la bloquean. Los análisis de sangre en la semana 48 del tratamiento revelan que el 72,7% de los voluntarios tratados mantienen anticuerpos específicos contra el VIH. Por su parte, los linfocitos T controlan la respuesta inmunológica celular, encargada de detectar y destruir a las células infectadas con VIH. Para comprobar su respuesta defensiva frente a la vacuna, se midió su producción de la proteína inmunitaria interferón gamma. Los análisis realizados en la semana 48 del tratamiento, 32 semanas después de la última inoculación de la vacuna, revelan que dicha producción por parte de los linfocitos T CD4+ y CD8+ del grupo vacunado es del 38,5% y 69,2% respectivamente, frente al 0% del grupo control. A parte del interferón gamma, la presencia de un patógeno en el organismo produce otras proteínas inmunitarias (citoquinas y quimiocinas), cada una de las cuales tiende a atacar al enemigo por un frente distinto. Cuando la acción defensiva de los linfocitos T es capaz de generar varias de estas proteínas, dicha acción es conocida como polifuncional. El investigador del CSIC, Mariano Esteban, destaca: «La importancia de la polifuncionalidad radica en la capacidad de los patógenos para desarrollar resistencia a los ataques del sistema inmunitario; a mayor polifuncionalidad, menor resistencia». El espectro defensivo de acción de los linfocitos T sometidos a la vacuna se midió en función de su producción de otras tres proteínas inmunitarias. Los resultados indican que la vacuna genera hasta 15 tipos de poblaciones diferentes de linfocitos T CD4+ y CD8+. De ellas, el 25% de las CD4+ y el 45% de las CD8+ son capaces de producir dos o más proteínas inmunitarias diferentes, lo que demuestra su polifuncionalidad. Para que una vacuna sea verdaderamente efectiva, aparte de fortalecer la capacidad defensiva del sistema inmunitario, ha de generar en él una respuesta duradera contra futuros ataques. Para ello, el organismo debe ser capaz de mantener un nivel básico de linfocitos T de memoria. Dichos linfocitos, generados a raíz de un primer ataque por parte de un patógeno, vienen a ser «soldados veteranos» que pueden circular durante años por el organismo preparados para responder ante una nueva incursión del enemigo. Los análisis en los individuos vacunados en la semana 48 revelan que más del 50% de los linfocitos T CD4+ y CD8+ eran de efecto memoria. Este dato concuerda con el 85% de los pacientes que mantuvo su respuesta inmunitaria en este punto del ensayo. Esteban asegura: «El perfil inmunitario de MVA-B satisface, en principio, los requerimientos de una prometedora vacuna contra el VIH, como inducción de anticuerpos y activación de las células clave en defensa contra patógenos como son los linfocitos T CD4 y CD8». Así, la respuesta inmune inducida por la vacuna podría mantener controlada la infección, ya que «si el virus penetra en el organismo e intenta expresarse en una célula, el sistema inmunitario estará preparado para inactivar el virus y destruir la célula infectada», añade. Según el investigador del CSIC, «para poder comercializarse, el cóctel genético debe superar aún todas las pruebas de futuros ensayos clínicos en fase II y III». Septiembre 28/2011 (JANO)