Un cuarto de los adolescentes se va a dormir después de las 23.30 horas durante la semana, según un estudio en Estados Unidos que también demuestra que esos estudiantes tienden a rendir peor en el colegio y a padecer mayor estrés emocional que sus pares que se acuestan más temprano todas las noches. «Si los patrones de sueño de los adolescentes entran en conflicto con sus ritmos circadianos naturales, también alteran su función cognitiva y la regulación emocional con consecuencias potenciales en la salud», dijo la doctora Judith Owens, directora de Medicina del Sueño del Hospital Nacional de Niños de la Ciudad de Washington y que no participó del estudio.
Un equipo de University of California, Barkeley, revisó los resultados de encuestas realizadas a adolescentes de Estados Unidos en los años 90 hasta que llegaron a la edad adulta. Analizó por qué los adolescentes dormían muy poco y con qué consecuencias a largo plazo. Se estimó que entre el 45 y el 85 por ciento de los alumnos de entre sexto y decimosegundo grado duermen menos que las nueve horas recomendadas los días de semana, según publica el equipo en Journal of Adolescent Health. Al 44 por ciento le cuesta no dormirse en clase.
El equipo de Lauren Asarnow utilizó los datos del Estudio Longitudinal Nacional sobre Salud Adolescente, que está en curso y se realiza a pedido del Congreso. El equipo comenzó con encuestas a los adolescentes de entre séptimo y decimosegundo grado del país durante el año escolar 1994-1995. Ya se realizaron cuatro encuestas de seguimiento. Los autores usaron los resultados de las dos primeras encuestas (1994-1995 y 1996) para estudiar el horario en el que se acostaban 2.700 adolescentes durante el año escolar y las vacaciones de verano. La información de la tercera encuesta (2001-2002) sirvió para evaluar el distrés emocional.
En la primera encuesta, el 23 por ciento de los adolescentes dijo que se acostaba a partir de las 23.15 horas en época de clases y el 73 por ciento aseguró que dormía menos de nueve horas por noche. En la segunda encuesta, el 22 por ciento se acostaba a partir de la 1.30 de la madrugada durante el verano y el 23 por ciento lo hacía a partir de las 23.15 horas; un 80 por ciento dormía menos de nueve horas por noche.
Los adolescentes que en la primera encuesta habían dicho que se acostaban tarde durante el año lectivo eran más propensos a padecer distrés emocional en la tercera encuesta. Los que en la segunda encuesta habían respondido que se acostaban tarde no padecían ese efecto emocional en la tercera encuesta, pero sí lo sufrieron quienes habían dicho que se acostaban tarde en el verano. Los que se acostaban tarde durante el año escolar en la primera y segunda encuesta también tenían peores calificaciones, un efecto que no estuvo asociado con el horario de sueño del verano. Al equipo le sorprendió que dormir poco no estuviera asociado con el distrés emocional o las bajas calificaciones en la tercera encuesta.
Los resultados no prueban que acostarse tarde cause distrés emocional o problemas en la escuela, sino que sólo revela que existe una asociación. Pero los autores escriben que los «resultados destacan (…) la importancia de las estrategias de intervención orientadas al horario de sueño para reducir el deterioro funcional asociado y mejorar los resultados académicos y emocionales».
«Los adolescentes no pueden dormir mucho después de las 23 y estar biológicamente aptos para despertarse a las ocho de la mañana», dijo Owens, profesor de pediatría de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de George Washington University. Agregó que los adolescentes suelen necesitar nueve horas de sueño para tener un rendimiento adecuado. «Las personas que duermen poco tienden a no percibir adecuadamente las consecuencias negativas de los riesgos y, por lo tanto, son más propensos a tener conductas riesgosas», dijo Owens.
FUENTE: Journal of Adolescent Health
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