La exposición durante el embarazo a la contaminación del aire que produce el tránsito vehicular está asociada con un aumento de los cánceres pediátricos, según informó un equipo durante la Reunión Anual de la Asociación Estadounidense de Investigación Oncológica (AACR, por su sigla en inglés) en la ciudad de Washington.
«La exposición de embarazadas a la contaminación del aire que causa el tránsito aumentó tres tipos de cánceres infantiles: leucemia linfoblástica aguda (LLA), retinoblastoma y tumores de las células germinales», dijo la doctora Julia Heck, de la Facultad de Salud Pública de University of California, Los Angeles.
«El motivo principal para hacer este estudio es que sabemos más sobre las causas de los cánceres adultos que de los cánceres pediátricos. Investigo el cáncer desde hace mucho tiempo, pero cuando quedé embarazada, empezó a interesarme cómo el entorno materno influiría en el riesgo de desarrollar cáncer en los hijos», agregó. Explicó que el feto es vulnerable a los factores ambientales y que hay cánceres infantiles que se originan en el útero.
Con su equipo identificó a 3590 niños del Registro Oncológico de California que habían nacido entre 1998 y el 2007, y podían cruzarse con un certificado de nacimiento de California. Los niños no tenían más de cinco años cuando se les diagnosticó el cáncer. El grupo control se seleccionó al azar de entre 80.224 niños anotados en los registros civiles de California.
Con el modelo de dispersión computarizado CALINE4, los autores elaboraron estadísticas de la exposición al tránsito vehicular local en las viviendas maternas durante cada trimestre gestacional y el primer año de vida de los bebés. El equipo halló que cada aumento del intervalo intercuartilos de la exposición a la contaminación que producía el tránsito vehicular estaba asociado con un aumento del riesgo de que los niños desarrollaran LLA (4 por ciento), retinoblastoma (14 por ciento para todos los tipos; 11 por ciento para el retinoblastoma de un ojo y 19 por ciento para el retinoblastoma de ambos ojos), y los tumores de células germinales (17 por ciento).
«Las estadísticas de CALINE4 se correlacionaron sólidamente en todos los trimestres y en el primer año de vida, lo que dificulta determinar cuál es el período clave de exposición», indicó Heck. «La principal limitación de nuestro estudio es haber utilizado una técnica de modelado compleja, CALINE4, para estimar la exposición a la contaminación en la zona de residencia materna. Sólo contábamos con la dirección del certificado de nacimiento, por lo que habría sido más preciso utilizar los antecedentes familiares completos de residencia para la evaluación», agregó.
La doctora Greta Bunin, del Hospital de Niños de Filadelfia, opinó: «Como ocurre con la mayoría de los estudios epidemiológicos, este es un estudio observacional, no un experimento controlado, por lo que exige que se repliquen los resultados para convencer de que son reales». Y si así fuera, consideró que el efecto de la contaminación del aire sería bastante pequeño. «Uno de cada 15.000 niños desarrolla retinoblastoma. Los resultados sugieren que el riesgo aumentaría esa cantidad a 1,14/15.000 niños expuestos a altos niveles de contaminación, lo que se traduce en 1/13.000, un riesgo aún muy bajo», agregó. De todos modos, aseguró que si se replican los resultados, «un efecto de la contaminación en esos cánceres sería un motivo más para controlar un factor que eleva el riesgo de padecer las enfermedades más comunes».
Reuters Health
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