El azúcar simple hallado en el jarabe de maíz rico en fructosa y en otros alimentos se relaciona con cambios en el apetito, de acuerdo con un estudio.
Una investigación reciente sugiere que la fructosa, un azúcar simple que se halla de forma natural en la fruta y que se añade a muchos otros alimentos como parte del jarabe de maíz rico en fructosa, no reduce el apetito y podría hacer que la gente coma más, en comparación con otro azúcar simple, la glucosa. Tanto la glucosa como la fructosa son azúcares simples que se incluyen en partes iguales en el azúcar de mesa. En el nuevo estudio, unos escáneres cerebrales sugieren que suceden cosas distintas en el cerebro, dependiendo de cuál azúcar se consuma.
Investigadores de la Universidad de Yale observaron cambios relacionados con el apetito en el flujo sanguíneo de la región hipotalámica de los cerebros de veinte adultos sanos después de que comieron glucosa o fructosa. Cuando las personas consumieron glucosa, los niveles de las hormonas que tienen que ver con sentirse llenos eran altos. Al contrario, cuando los participantes consumieron una bebida con fructosa, mostraron aumentos más pequeños en unas hormonas asociadas con la saciedad (con sentirse lleno). Los hallazgos aparecen en la edición del 2 de enero de la revista Journal of the American Medical Association.
El Dr. Jonathan Purnell, de la Universidad de Salud y Ciencias de Oregón en Portland, fue coautor de un editorial que acompañó al nuevo estudio. Señaló que los hallazgos replican los de estudios anteriores con animales, pero «esto no prueba que la fructosa sea la causa de la epidemia de obesidad, solo que es un posible factor contribuyente junto con muchos otros factores ambientales y genéticos».
Dicho esto, la fructosa se halla en la dieta de los estadounidenses en forma de azúcares, por lo general en forma de jarabe de maíz rico en fructosa, que se añaden a las bebidas y a los alimentos procesados. «Este aumento en la ingesta de azúcar añadido que contiene fructosa en las últimas décadas ha coincidido con el aumento en la obesidad de la población, y hay una evidencia firme a partir de estudios con animales de que este aumento en la ingesta de fructosa tiene que ver con este fenómeno», aseguró Purnell, quien es profesor asociado de la división de endocrinología, diabetes y nutrición clínica de la universidad.
Pero enfatizó que los nutricionistas no «recomiendan evitar las fuentes naturales de fructosa, como la fruta, ni el uso ocasional de miel o jarabe». Y según Purnell, «el consumo excesivo de azúcar procesado se puede minimizar al preparar la comida en casa usando alimentos integrales y granos ricos en fibra».
Connie Diekman, directora de nutrición universitaria de la Universidad de Washington en St. Louis, se mostró de acuerdo en que se necesita más investigación. «Este estudio provee una observación interesante sobre la forma en que el cerebro reacciona a distintas sustancias químicas halladas en los alimentos, pero la forma en que esto podría afectar a la obesidad y al creciente número de obesos no puede ser determinada tan solo por este estudio», comentó.
El Dr. Scott Kahan, director del Centro Nacional de Peso y Bienestar de Washington, D.C., añadió que hay mucho que los científicos ignoran sobre la fructosa y la forma en que afecta al organismo. «Ciertamente hay diferencias entre las moléculas de azúcar, y todavía se están determinando científicamente», planteó. Según Kahan, el jarabe de maíz rico en fructosa, un endulzante ubicuo que los fabricantes adoran porque es barato, súper dulce y ayuda a extender la duración, tiene una mala reputación sobre su rol potencial en la epidemia de obesidad, pero tiene la misma cantidad de fructosa que el azúcar de mesa (la sacarosa). «No sabemos del todo si el jarabe de maíz rico en fructosa tiene algún aspecto malsano exclusivo», dijo.
Kahan dijo que una cosa está clara, que «casi todos comemos demasiado azúcar, y si podemos moderarla seremos más sanos en varios aspectos». El Dr. Louis Aronne, fundador y director del Programa Integral de Control del Peso del Hospital Presbiteriano de Nueva York y del Centro Médico Weill Cornell en la ciudad de Nueva York, anotó que la mayoría de endulzantes contienen una mezcla de glucosa y fructosa. Por esos motivos, «el efecto no es tan dramático como el que se puede ver en un ensayo como este».
Pero una creciente evidencia apunta a que la región hipotalámica del cerebro tiene que ver con la obesidad. «Cosas tan sutiles como un cambio en el endulzante pueden tener un impacto sobre qué tan llena se siente una persona, y podrían llevar a un aumento en la ingesta calórica y a un creciente patrón de obesidad observado en este país», señaló.
¿Qué se puede hacer? Como nutricionista, Sharon Zarabi, del Hospital Lenox Hill en la ciudad de Nueva York, aconseja a sus pacientes leer las etiquetas de los alimentos. «Evite los que tengan fructosa o glucosa entre los primeros ingredientes de la lista, y asegúrese de que haya menos de diez gramos de azúcar por porción».
Tomado de HealthDay News
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