El cuestionamiento, discutido en pequeños grupos en línea y en el campus, fue el siguiente: ¿qué pasa si las vacunas reducen la gravedad de la COVID-19 pero no la transmisibilidad? En otras palabras, ¿qué pasa si la vacuna toma a alguien que podría haber estado enfermo con la COVID-19 y aislado en su casa y lo convierte en un infectado asintomático que, fuera de la reclusión y en el exterior, propaga el virus?
En este comentario, publicado en MedScape, el autor expone sus consideraciones sobre la capacidad de dos de las vacunas contra la COVID-19, en uso en el momento de redactar este documento (Oxford/AstraZeneca y Moderna), para reducir la gravedad y la transmisibilidad de esta enfermedad.
Para ello parte de la hipótesis de una vacuna que presenta una buena eficacia para reducir los síntomas de la COVID-19, pero es incapaz de disminuir las infecciones. Básicamente, convierte a las personas que estarían enfermas en asintomáticos, extendiéndose a partir de ellas la enfermedad a las poblaciones no vacunadas (Fig.1).
Afortunadamente, según el autor, no parece probable que esta situación acontezca. Para sustentar su afirmación primero muestra los datos de la vacuna desarrollada por los laboratorios Oxford/AstraZeneca. Su protocolo para los participantes en el ensayo en el Reino Unido incluía hisopos nasales semanales para la realización de la prueba de la reacción en cadena de la polimerasa en tiempo real (PCR-RT) recolectados en el hogar de los sujetos del estudio, independientemente de los síntomas. Esto proporciona buenos datos sobre el número de las infecciones asintomáticas en los grupos vacunados y en el de control. Se apreció (Fig. 2) una reducción no solo de los individuos infectados sino también de los asintomáticos.
Moderna también tiene algunos datos, aunque no tan sistemáticamente recopilados. En el ensayo los hisopos para la realización de la PCR-RT se recogieron a todos los participantes antes de recibir la segunda dosis de la vacuna. Es importante efectuar una advertencia, estas personas no estaban completamente protegidas. Sin embargo, podemos percibir un resultado similar: reducciones drásticas en las infecciones generales y una disminución razonable de las asintomáticas (Fig. 3).
Entonces, ¿los vacunados pueden quitarse el nasobuco? El autor considera que todavía no. Es evidente que existe una tasa de infección asintomática incluso después de la vacunación; afortunadamente más pequeña que entre los no vacunados. Si todo el mundo está vacunado, o al menos todas las personas de alto riesgo, el impacto de la propagación asintomática se mitiga seriamente.
En opinión del autor, el siguiente conjunto de datos que se debe investigar son las pruebas para determinar la presencia de los anticuerpos contra el virus causante de la COVID-19 después a la vacunación. Las vacunas de ARNm y las basadas en proteínas que se están utilizando, se centran en la proteína S del SARS-CoV-2, lo que significa que las personas vacunadas con ellas tienen anticuerpos anti-S. Si también tienen anticuerpos contra otras partes del virus de la COVID-19, eso es una señal de que estaban infectados con el virus de tipo salvaje. En ausencia de los hisopos nasales diarios para la realización de la PCR-RT, esa será la mejor manera de comprender si existe realmente el riesgo de propagación a partir de los individuos vacunados que desarrollen posteriormente una infección asintomática.
Fuente: Perry F. With COVID Vaccinations Comes a Potential Nightmare Scenario. MedScape [Internet]. 2021 [citado 24 Feb 2021]:[aprox. 4 p.]. Disponible en: https://www.medscape.com/viewarticle/945433
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