29/10/2020
En el siglo XX, cuando la fecundación in vitro era algo nuevo, se aceptaba que insertar hasta cuatro embriones en el útero en un único ciclo ofrecía la mayor posibilidad de implantación con éxito y el consiguiente embarazo. Un embarazo múltiple era un riesgo, pero merecía la pena correrlo. ¿No preferiría una pareja estéril hasta el momento tener dos o tres bebés en vez de uno? Sin embargo, ahora, nuevos estudios han sembrado dudas sobre la efectividad de insertar más de un embrión; también que los efectos negativos de los partos múltiples, tanto para la madre (y probablemente el padre) como para los bebés, son demasiado serios como para tomárselos a la ligera. Quizás resulte necesaria una legislación en esta área, o por lo menos, directrices más restrictivas.
Casi treinta y cinco años después del nacimiento del primer “bebé probeta”, la controversia en torno al tratamiento de fecundación in vitro se ha reducido de forma notable, aunque la ética de la embriología sigue siendo compleja. ¿Qué estatus moral se debería conceder al embrión humano vivo in vitro? Descubrimientos más recientes relacionados con la clonación han despertado encendidas polémicas. Sin embargo, existen razones fundadas para permitir la clonación terapéutica: el horizonte que se abre ante nosotros mediante la investigación con células madre podría revolucionar la medicina. El futuro bien podría aportarnos técnicas de clonación que evitasen tener que recurrir a embriones. Sea como sea, las células indiferenciadas del embrión humano deberían recibir un estatus moral basado en la biología del desarrollo.
Estos y otros aspectos de gran interés son tratados por la filósofa británica Helen Mary Warnock, (1924-2019) quien fue miembro de la Academia Británica, y puedes consultarlos en el artículo Ética y embriología del libro Valores y Ética para el siglo XXI.
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