La expresión latina Primum nil nocere o Primum non nocere se traduce en castellano por «lo primero es no hacer daño». Se trata de una máxima aplicada en el campo de la medicina, fisioterapia y ciencias en salud, frecuentemente atribuida al médico griego Hipócrates.
Esta expresión es utilizada en ámbitos médicos desde al menos el año 1860, señalando que los actos médicos hechos con las mejores intenciones puedan tener consecuencias indeseables, además de las consecuencias buscadas.
El origen de la frase no es conocido con certeza; en contra de una extendida creencia, la locución no se encuentra en las versiones del Juramento Hipocrático, si bien se le atribuye al mismo Hipócrates; se ha descrito como una paráfrasis latina de Galeno de un aforismo hipócratico (aunque en realidad Galeno también escribía sus obras en griego, no en latín).
Aunque no se ha encontrado tal cual en los escritos de Galeno, existe una frase aproximada en el Corpus Hipocrático en la forma «para ayudar, o por lo menos no hacer daño,» proveniente de sus Epidemias Libro I, Sección II,# V.
OTRAS TEORÍAS
De acuerdo con Gonzalo Herranz la locución «Primum non nocere» fue
presentada por primera vez en el mundo médico de habla inglesa por
Worthington Hooker en su libro de 1847 llamado, Physician and Patient (El paciente y el médico). Según Hooker la palabra provenía del patólogo y médico clínico parisino Auguste François Chomel (17881858), sucesor de Läennec en el cargo de presidente de patología médica, y preceptor de Pierre Louis. Aparentemente, este Axioma fue parte de las enseñanzas orales de Chomel:»The origin of primum non nocere.» British Medical Journal respuestas electrónicas y comentarios, 1 Septiembre 2002.3 De todas maneras, un examen minucioso revela que Hooker no usó específicamente esta expresión (la frase latina tradicional).
Una investigación detallada de los orígenes de este aforismo fue presentada por el farmacólogo clínico Cedric M. Smith en el tiraje de Abril 2005 del Journal of Clinical Pharmacology.4 Donde se enfoca en la interrogante de los orígenes y la aparición cronológica de esta máxima, que en vez de ser de origen antiguo como se asume usualmente, la expresión en específico y su asociación única de la frase latina, ha sido rastreada y atribuida a Thomas Sydenham (16241689) en un libro por T. Inman (1860).
El libro de Inman, y su atribución, fue revisada por «H. H.» en el American Journal of Medical Science el mismo año.5 El prominente cirujano estadounidense, L. A. Stimson, usó la expresión en 1879 y de nuevo en 1906 (en la misma revista). Y que fue de uso común a vuelta de siglo es aparente en otras menciones, como el prominente obstetrista J. Whitridge Williams en 1911, así como una discusión detallada sobre su uso en un popular libro de Morris Fishbein, por largo tiempo editor del Journal of the American Medical Association en 1930.6 El artículo también estudia los variados usos del muy popular aforismo, sus limitaciones actuales como un mandato moral, así como el aumento de su uso no sólo en el campo médico sino en otros contextos que afectan por igual a las personas.