La pasión por el fútbol puede afectar la salud humana. Quizás esta sea una de las conclusiones del presente Mundial Sudáfrica 2010, donde millones de vuvuzelas amenizan el espectáculo, mientras atentan cada día contra la cordura, la concentración y el oído de fanáticos y jugadores.
Estudios recientes demostraron que el singular instrumento -sucedáneo moderno del tradicional cuerno sudafricano kudú- alcanza unos 127 decibelios (db), cifra superior a la emitida por un tambor (122 db), una sierra mecánica o un silbato de árbitro (121,8 db). Cuán aturdidor resulta un partido en el estadio Green Point de Ciudad del Cabo, donde 64 mil espectadores ejercitan sus pulmones en la interpretación de las trompetas plásticas, cuya sinfonía colectiva traspasa los 140 db, umbral del dolor del oído humano, y constituye severa contaminación acústica.
Cuando el sonido es superior a 100 decibelios, la pérdida de la audición puede producirse en apenas 15 minutos, refiere un comunicado de la empresa fabricante de prótesis auditivas, Phonak.
Varios organismos internacionales, aseguran que la exposición prolongada a los contaminantes sónicos también conlleva a la posibilidad de trastornos psicológicos como la paranoia.
Quizás, quienes inventaron esta suerte de bocina querían romper todas las marcas, pues aunque el origen del nombre es desconocido, el término puede derivar de la palabra vuvu, que en idioma zulú significa “hacer ruido”, o en un habla más coloquial, “baño de sonido”.
Por suerte, los fabricantes tomaron cartas en el asunto y modificaron el tubo, con lo cual las nuevas vuvuzelas suenan 20 decibelios menos que las anteriores, declaró al diario de The Star, Neil van Schalkwyk, directivo de la empresa Masincedane Sport.
No obstante, y debido a los altos niveles de ventas con cifras cercanas a los dos millones de aparatos, continúa inminente el peligro de que el amor a un deporte sano se torne actividad nociva.
Por otra parte, no solo reciben este baño sui géneris quienes asisten a los estadios, la señal televisiva captada a lo largo y ancho del mundo tampoco queda libre de “vuvuzelazos”.
Ante las constantes quejas, varios expertos proponen soluciones como filtrar por software las frecuencias que componen el sonido de este instrumento, o utilizar el ecualizador presente en algunos televisores de tecnología avanzada para conseguir el mismo efecto.
En algunos bares de Nueva York han empezado a ofrecer partidos “libres de vuvuzelas”, mientras en Sudáfrica se dispararon las ventas de tapones para los oídos en los establecimientos denominados “vuvú-stop”.
De cualquier manera el uso de este aparato no es una iniciativa de la presente copa. La historia refleja que originalmente se fabricaban con estaño y durante el Mundial de Argentina 1978, apareció una versión en material plástico, más barato y accesible para el público.
En el año 2001 la compañía Masincedane Sport inició su comercialización en Sudáfrica, hasta convertirla en accesorio casi obligatorio en cada gran evento deportivo, incluso en Cuba, varios estudiantes africanos estremecieron sus cornetas largas durante la pasada Serie Nacional de Béisbol.
Pues entonces con amantes y detractores, los cuernos sudafricanos contemporáneos seguirán tronando como fieles exponentes de las tradiciones de un pueblo milenario. Se mantendrán vigentes las voces estruendosas de este mundial, ya históricas por constituir la fiesta de las vuvuzelas.
La Habana, junio 22/2010 (AIN)
Pasión por el fútbol puede afectar la salud humana
En: Noticias