Compañeras y compañeros de la presidencia.
Cirujanas y cirujanos que han participado en la VII Jornada Territorial de las Provincias Occidentales.
Como ustedes pudieron apreciar en la conferencia «RESEÑA HISTÓRICA DE LA CIRUGÍA EN PINAR DEL RÍO», expuesta por el profesor Miguel Ángel Rodríguez Arencibia, la cirugía en esta provincia, al igual que en otras menos desarrolladas del país, se nutrió y forjó, en las décadas de los años 60 al 80 del pasado siglo, del talento, el sacrificio y la generosidad de muchos cirujanos de la capital, a quienes el pueblo pinareño recuerda con cariño y agradecimiento.
A todos ellos, dedicamos también esta jornada. Sin embargo, hoy nos vamos a referir a solo uno de aquellos de los que dejaron una de las mayores improntas.
Natural de «La Habana», nació el 15 de noviembre del año 1945 (ahora cuenta con 65 años de edad), realizó la residencia de la especialidad de cirugía general en el Hospital «General Calixto García Íñiguez» y casi recién graduado, en el año 1974 con 29 años de edad, fue enviado como especialista de Cirugía General al único Hospital Provincial que contaba entonces nuestra provincia. Momentos en que la misma poseía muy pocos cirujanos autóctonos.
Allí en muy poco tiempo, a pesar de su juventud, demostró a los enfermos y al personal médico del centro, sus dotes de brillante cirujano y eminente profesor. En los 8 años que trabajó en nuestra provincia, ocupó múltiples responsabilidades, como fueron las de Jefe del Servicio de Cirugía General, Vicedirector Quirúrgico del Hospital y Jefe del Grupo Provincial Asesor de la Especialidad.
En Pinar del Río, en aquella época, inició y culminó su investigación para optar por el grado científico de «Candidato a Doctor en Ciencias Médicas», tesis que defendió con éxito en el extranjero. Aquí también, comenzó el romance con la que fue su segundo amor: «La cirugía del hígado». La cual era en aquel entonces muy poco conocida en el país, cirugía a la cual ha dedicado una gran parte de su vida profesional y es reconocido en Cuba como su mayor impulsor y difusor.
Retornó a la capital en 1982, al inaugurarse el mayor y más moderno hospital de nuestro país (el Hospital Hermanos Ameijeiras) donde continuó su destacada carrera dentro de la especialidad, detalles de lo cual no mencionaremos pues todos los aquí presente conocen sobradamente.
Al partir, Quevedo dejó en los médicos pinareños y principalmente en aquellos que fuimos sus residentes, un ejemplo a seguir como cirujano. Nos impregnó sus inquietudes científicas y su gran avidez por la investigación. Dejó también en todos, sentimientos hacia él que nunca se han borrado, como son: El Respeto y la Admiración.
Por todo ello, Dr. Quevedo, los cirujanos de Pinar del Río, no queremos esperar que usted cumpla 90 años, ni tampoco los 80, ni siquiera los 70, para expresarle de forma colectiva y públicamente, nuestro agradecimiento por todas aquellas enseñanzas.
Pensamos que lo justo es hacerlo ahora, cuando usted es aún joven y fuerte.
¿Para qué esperar a que un profesor este en el ocaso de su vida para reiterarle nuestro agradecimiento? Los cirujanos por demás, siempre están en desventajas con otros especialistas en cuanto a su longevidad laboral. Aquellos, solo necesitan de su intelecto para mantenerse en su profesión en plena actividad durante muchísimos años. Los cirujanos generales, necesitan una salud de hierro para soportar el constante estrés, sostenerse de pie inmóviles durante largas horas, y además, mantener la agilidad y coordinación de sus manos, lo que inevitablemente, la edad les irá mermando.
Por todo ello pensamos, que hacer público el respeto, la consideración y el reconocimiento hacia nuestros profesores, debe ser doble y siempre precoz.
No deberíamos ver en ningún lugar, ni en ningún momento, a figuras que han obtenido Grandes Méritos en la cirugía de nuestro país y mucho menos a aquellas que acrisolaron la reconocida ESCUELA CUBANA DE CIRUGÍA (de la cual todos nos sentimos orgullosos de pertenecer), transitar ya avanzada su tercera edad, y que no reciban todo el afecto y el cariño en nuestros encuentros científicos, ni sientan ese reconocimiento sincero y perenne a su obra anterior (con la cual brillaron, y de quienes todos aprendimos y admirábamos), porque ya, quizás por edad, o su salud, no le permitan hacer tantos aportes como ayer.
Podemos tener diferencias en algunos aspectos de la cirugía con nuestros profesores, pero esto no es nada de extrañar. Ellos seguramente la tuvieron con los suyos y nuestros residentes en el futuro la tendrán con nosotros, pues la cirugía y la forma de interpretarla cambian constantemente, de la misma forma que cambia la sociedad. … «Recordemos que no siempre compartíamos el razonamiento de nuestros padres biológicos y no por ello dejamos de amarlos y agradecerles lo tanto que hicieron por nosotros». Cada generación se forja en etapas diferente.
Creemos que es oportuno en momentos como éste, reflexionar sobre estos temas que representan valores morales muy importantes dentro de nuestra especialidad, la cual, como muchas otras que integran ramas de las ciencias, son muy propensas a ser corroídas por el celo profesional. Y de igual forma debemos meditarlo, para impedir que en las más jóvenes generaciones se fomenten sentimientos tan nefastos como son: el egoísmo, la egolatría y la insensibilidad.
Todo lo contrario, debemos enseñarles con nuestro ejemplo, que las cirujanas y cirujanos, no somos como los cactus que viven en el desierto, llenos de espinas, por sentir la sed constante, la terca soledad y el más sufrido abandono, sino, que somos como los frondosos árboles de un tupido bosque, donde los más jóvenes crecen a la sombra y cobija de otros mayores y es por ello que no los puede derribar el fuerte viento, pues se defienden de aquel, entrelazando sus amplias ramas y sus largas y profundas raíces.
La morosidad en el reconocimiento al maestro, la falta de humildad, la vanidad y la ingratitud, siempre van cogidas de la mano. Son invariablemente los presuntuosos y los ingratos, los más morosos y olvidadizos a la hora de reconocer los méritos ajenos y muy en particular a quienes ellos le deben una parte de los propios.
Como reza un viejo proverbio del Brasil: «Somos lo que hacemos, sobretodo, lo que hacemos para cambiar lo que somos».
Hoy nos place rendirle a usted Profesor Quevedo estos honores que son muy merecidos y no es necesario oírle decir siquiera la palabra «Gracias», porque todos los aquí reunidos estamos conscientes de que al encomiarlo somos nosotros mismos los más favorecidos, pues como dijera José Martí: «Honrar, honra».
Muchas Gracias.
Prof. Dr. Raúl Castro Pérez
Miembro de la Junta de Gobierno de la Sociedad Cubana de Cirugía
Miembro del Grupo Nacional Asesor del MINSAP
Jefe del Grupo Provincial Asesor de Cirugía General de Pinar del Río
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