Las consecuencias indirectas de la COVID-19: la mortalidad por infarto creció un 88%

El Hospital de Salamanca ha participado en un estudio nacional que alerta de que la mortalidad por infartos ha crecido un 88% durante la primera ola de la pandemia. El cardiólogo salmantino, Javier Martín Moreiras, destaca que «este estudio viene a destapar las consecuencias directas de la COVID-19».

La Sociedad Española de Cardiología -en concreto el grupo de trabajo del ‘código infarto’- elaboró en 2019 un trabajo para comparar cómo se trataban los infartos en cada comunidad autónoma o en los diferentes hospitales de las autonomías.

En la comparación de ambos periodos de 2019 y 2020 se apreciaron notables diferencias tanto en la mortalidad por infarto como en el número de casos tratados y los retrasos en recepcionar a los enfermos.

La primera cifra que salta a la vista es la del número de pacientes con sospecha de infarto que solicitan ayuda

La segunda estadística alarmante es la referente a la mortalidad, que durante el mismo periodo de tiempo creció en un 88%. ¿Las causas? El miedo a acudir a Urgencias, la reducción de consultas tanto en Primaria como en Hospital y también el colapso del transporte sanitario.

Si el infarto coincide en un momento en el que las ambulancias están atendiendo a una gran llamada de pacientes con COVID-19, queda claro que los traslados de los pacientes serán retrazados y eso influye en el tratamiento del infarto. En concreto, se pasó de una media de 200 minutos a 233 minutos, media hora más de tardanza desde que el paciente alerta de un posible infarto hasta que recibe tratamiento de los especialistas.

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Fuente: La Gaceta de Salamanca – 22 septiembre 2020

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