octubre 2015 Archivos

Científicos estadounidenses han descubierto, tras analizar los genes implicados en diez enfermedades autoinmunes que comienzan en la infancia, 22 señales genómicas compartidas por dos o más patologías. Estas localizaciones de genes compartidos pueden revelar nuevas dianas potenciales para el tratamiento de muchos de estos trastornos, en algunos casos con fármacos existentes que ya están disponibles para enfermedades no autoinmunes.

Enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo 1, la enfermedad de Crohn y la artritis idiopática juvenil, afectan colectivamente a entre el 7 y el 10  %  de la población en el hemisferio occidental. «Hemos identificado los genes con relevancia biológica de estas enfermedades que actúan a lo largo de las redes de genes y vías que pueden ofrecer objetivos muy útiles para la terapia», afirma el líder del estudio, Hakon Hakonarson, director del Centro de Genómica Aplicada del Hospital de Niños de Filadelfia (CHOP)

El equipo internacional realizó un meta-análisis, incluyendo un estudio de casos y controles de 6.035 sujetos con enfermedad automimmune y 10 700 controles, todos de ascendencia europea, como se detalla en Nature Medicine.

La analista principal del estudio, Yun (Rose) Li, estudiante de posgrado en la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, y el Centro de Genómica Aplicada, tutelado por Hakonarson y su equipo de investigación, aplicaron enfoques altamente innovadores y de integración para apoyar el análisis de los papeles patogénicos de los genes descubiertos a través de múltiples enfermedades.

La investigación abarcó diez enfermedades autoinmunes clínicamente distintas con inicio en la infancia: la diabetes tipo 1, la enfermedad celíaca, la artritis idiopática juvenil, la enfermedad de la inmunodeficiencia variable común, el lupus eritematoso sistémico, la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa, la psoriasis, la tiroiditis autoinmune y la espondilitis anquilosante.

Como muchas de estas patologías se producen en las familias y porque los pacientes individuales a menudo tienen más de un trastorno autoinmune, los médicos han sospechado durante mucho tiempo que comparten predisposiciones genéticas. Los estudios de asociación del genoma previos han identificado cientos de genes de susceptibilidad entre las enfermedades autoinmunes, lo que afecta en gran medida a los adultos.

La investigación actual fue un análisis sistemático de múltiples enfermedades pediátricas de aparición simultánea. El equipo de este trabajo encontró 27 señales en todo el genoma, incluyendo cinco nuevas entre las enfermedades examinadas. De esas 27 señales, 22 fueron compartidas por al menos dos de las enfermedades autoinmunes y 19 por al menos tres de ellas.

Muchas de las señales de genes que los investigadores descubrieron estaban en las vías biológicas relacionadas funcionalmente con la activación celular, la proliferación celular y los sistemas de señalización importantes en los procesos inmunes. Una de las cinco nuevas señales, cerca del gen CD40LG, fue especialmente convincente, apunta Hakonarson, quien añade que «ese gen codifica el ligando para el receptor CD40, que se asocia con la enfermedad de Crohn, la colitis ulcerosa y la enfermedad celíaca. Este ligando puede representar otro prometedor objetivo farmacológico en el tratamiento de estas enfermedades».

Muchas de las 27 señales de genes descubiertas tienen relevancia biológica para los procesos de enfermedad autoinmune, según Hakonarson. «En lugar de mirar la expresión global de genes en todas las células, nos centramos en cómo estos genes regulan mal la expresión genética en determinados tipos de células y tejidos, y encontramos patrones que estaban directamente relacionados con enfermedades específicas», afirma.

«Por ejemplo, entre varias de las patologías, vimos genes con expresión más fuerte en las células B. Estudiando trastornos como el lupus o la artritis idiopática juvenil, que cuentan con disfunciones en las células B, se puede comenzar a diseñar terapias para reducir la sobre-expresión en las célula», concluye.

octubre 17/ 2015 (JANO)

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Un informe revela que estos eventos pueden afectar a todos los pacientes alguna vez. Aunque el 80 % son evitables, la falta de cultura lastra la implantación de soluciones.
En el año 2000, el Institute of Medicine de Estados Unidos saltó a la primera plana tras publicar el ya antológico informe Errar es humano (To err is human), un reporte sobre la prevalencia y consecuencias de los errores médicos que arrojaba un dato escalofriante: los eventos adversos producían en Estados Unidos cada año más muertes que los accidentes de tráfico.

Ahora, y como complemento a ese informe, ha hecho público un análisis sobre uno de los tipos de incidentes que, si bien no muy frecuente, sí con posibilidad de tener consecuencias funestas: el error diagnóstico.

Según el trabajo, «los errores de diagnóstico pueden causar daño a los pacientes por retrasar el tratamiento adecuado, aplicar un tratamiento innecesario e incluso dañino y provocar consecuencias psicológicas y económicas».

En este sentido, Lluís Bohígas, director de Relaciones Institucionales de Roche Diagnostics, considera la imprecisión diagnóstica como uno de los eventos adversos más peligrosos, dado que «un error en el medicamento o en un acto quirúrgico puede ser fatal, pero un error en el diagnóstico producirá una serie de intervenciones sanitarias completamente inútiles que pondrán en juego la vida del paciente y supondrán un completo desperdicio de recursos».

Las investigaciones llevadas a cabo estiman que «el 5 % de los adultos estadounidenses que tienen algún problema de salud sufren un error diagnóstico cada año». Sin embargo, uno de los grandes problemas de este tipo de eventos adversos es su infradetección, dado que «detectarlo suele depender de la voluntad de los profesionales», según Lorenzo Alonso, coordinador del Foro Osler para la Mejora del Proceso Diagnostico en Medicina.

El Institute of Medicine aporta un dato que refuerza esta consideración: «Estudios postmortem realizados durante décadas han demostrado que los errores de diagnóstico contribuyen a, al menos, el 10 % de las muertes». Del mismo modo, el análisis de historias clínicas revela que estos errores «suponen entre el 6 y el 17 % de los eventos adversos en los hospitales».

Por si esto fuera poco, se trata de la principal causa de reclamaciones por mala práctica médica, y «tienen el doble de posibilidades de resultar en la muerte del paciente que el resto de causas de reclamación».

Desconocimiento
John Ball, presidente del Comité de Errores Diagnósticos en Medicina del Instituto, ha reconocido que, «simplemente, no conocemos la incidencia de estos errores. Necesitamos estudiarlos más para ser capaces de tomar medidas. Es un área de la Medicina infrarrepresentada e infraestudiada, y debemos arrojar luz sobre ella». Incluso va más allá, afirmando que es probable «que la práctica totalidad de la población sufra algún error diagnóstico en su vida».

Por ello, el instituto ha lanzado una serie de recomendaciones que ayudarían a reducir este tipo de errores. Sin embargo, conviene empezar por el principio: «Lo primero que habría que hacer es definir qué es un error diagnóstico, porque bajo este concepto se pueden englobar distintos tipos de eventos adversos.

Y si no lo conocemos, no podremos estudiarlo, analizarlo y saber su incidencia real», afirma José María Ruiz Ortega, presidente de la Asociación Española de Gestión de Riesgos Sanitarios (Aegris).

Alonso matiza que, en cualquier caso, «no debe confundirse con negligencia; un error es involuntario y puede cometerlo cualquiera». Según un artículo publicado por Alonso y su equipo en «Medicina Clínica», «los componentes relacionados con el error diagnóstico son de cuatro tipos: uno que depende de características del sistema donde se trabaja, otro relacionado con el aspecto cognitivo del razonamiento clínico, un tercero que se denomina error por no falta y que depende de la dificultad excesiva del caso clínico y, por último, un cuarto donde se mezclan componentes cognitivos y del sistema».

De ellos, el cognitivo es el más estudiado «y en el que más se está incidiendo para plantear las estrategias de mejora».

Formación
En esta línea, Alonso considera que la solución pasa, primero, por la formación: «Habría que introducir conceptos de seguridad, sistemas y razonamiento clínico en las facultades de Medicina y que los colegios profesionales empezaran a hablar del tema». Asimismo, recomienda el trabajo en equipo: «El paciente necesita un médico, pero el diagnóstico necesita un grupo, implicar a distintas especialidades».

Sin embargo, no todo depende de los profesionales: «Es posible también educar a los pacientes para que jueguen un papel más activo en la entrevista médica», un aspecto en el que incide Ruiz Ortega, a cuyo juicio «es frecuente que el paciente salga de la consulta sin saber exactamente qué tiene; si no conoce su diagnóstico, ¿cómo va a saber que el profesional se ha equivocado? Hay que perder el miedo a preguntar».

También el médico debe perder el miedo pero, en su caso, a reconocer el error. Por ello, «todo debe hacerse sin fiscalizar ni castigar», afirma Alonso, y Ruíz Ortega añade que, «quizá habría que cambiar la legislación para que no sea posible castigar al que reconoce el fallo; así sería posible perder el miedo a notificarlo, crear un registro correcto y aprender de nuestros errores».
octubre /2015 (Diario Médico)

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La trombo embolia venosa (TEV) es la principal causa de muerte en los hospitales debido a que provoca coágulos que tapan las arterias, lo que deriva en infartos del corazón y el cerebro, sin embargo, se puede prevenir, aseguraron especialistas

Los principales factores de riesgo para desarrollar esta enfermedad son la inmovilidad por largo tiempo, sedentarismo, una cirugía, la obesidad, el tabaquismo, la edad adulta, herencia familiar, un embarazo y el cáncer, indicó en conferencia de prensa el médico internista del Hospital Español, Ricardo Martínez Urieta.

Los síntomas de esta enfermedad son la inflamación de una pierna, enrojecimiento, dolor o falta súbita del aire, palpitaciones, dolor en el costado y tos súbita con expectoración rojiza.

De acuerdo con el estudio ENDORSE global que se realizó en 32 países, el 52 % de los pacientes quirúrgicos por reemplazo de cadera o rodilla y de los enfermos no quirúrgicos tenía el riesgo de desarrollar la tromboembolia venosa , de los cuales sólo la mitad tenía profilaxis o tratamiento preventivo.

El ENDORSE, hecho en México, registró 38.4 % de pacientes con riesgo, de los cuales menos de la mitad contó con profilaxis adecuada, detalló Martínez Urieta, quien agregó que se observó que aquellos que más la recibieron fueron los pacientes quirúrgicos en contraste con los pacientes que no fueron operados.

De ahí «la necesidad urgente de estrategias en los hospitales, la evaluación sistemática de la Trombo Embolia Vascular, pues hay herramientas para saber el riesgo que tiene un paciente y qué medidas tomar, entre las que se encuentran: caminar tempranamente después de ser operado; usar medias de comprensión y el uso de medicamentos», dijo el médico.

Resaltó que si la enfermedad se presenta en el hospital se incrementa en promedio en 5.36 los días en el centro de salud, el gasto puede ascender hasta los 22 mil dólares y la mortalidad se incrementa a 6.56 %

En su oportunidad, el médico Raúl Izaguirre recordó que el 13 de octubre se conmemoró el Día Mundial contra la Trombosis con el que se pretende hacer conciencia tanto en los profesionales de la salud como en el público en general sobre esta enfermedad, ya que uno de cada cuatro personas muere por causas relacionadas a coágulos en el mundo.

Subrayó que el 60 % de quienes sufrieron trombo embolia venosa se relacionó con el internamiento hospitalario o bien, la sufrieron una o dos semanas de haber sido dados de alta.

El especialista pidió compartir los cuestionarios de la Sociedad Internacional de Hemostasia y Trombosis para que los pacientes tengan más información y le planteen preguntas como el riesgo que corren al ser hospitalizados.

Además, qué medidas preventivas se le aplicarán dentro y fuera del hospital, así como los principales síntomas y signos de alerta y qué debe hacer en caso de que estos se presenten.

octubre 25/ 2015 (Notimex).-

Tomado del Boletín de Prensa Latina Copyright 2015 Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.

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El organismo sanitario de la ONU establece que el consumo de jamón, salchichas, carne en conserva o cecina es carcinogénico para los humanos y lo incluye en el grupo de sustancias más peligrosas para la salud.

La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC), la institución especializada en esta enfermedad de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha evaluado la carcinogenicidad del consumo de carne roja y carne procesada.

Los autores de esta revisión de más de 800 estudios –22 expertos de 10 países diferentes– clasificaron el consumo de carne roja como ‘probable carcinógeno para humanos’ (grupo 2A), basado en la evidencia limitada de que su ingesta provoca cáncer y una fuerte evidencia mecanicista que apoya dicho efecto carcinógeno.

Por su parte, los datos para la carne procesada son mucho más contundentes, clasificándose directamente como ‘carcinógena para humanos’ (grupo 1), basado en la evidencia suficiente de que su consumo causa cáncer colorrectal en humanos.

Así, los científicos concluyen que cada porción de 50 gramos de carne procesada consumida a diario aumenta el riesgo de cáncer colorrectal en un 18 %. Los resultados se publican en The Lancet Oncology

«Para un individuo, el riesgo de desarrollar cáncer colorrectal por el consumo de carne procesada sigue siendo pequeño, pero aumenta con la cantidad de carne consumida», explica Kurt Straif, jefe del Programa de Monografías de la IARC.

Según la OMS, carne roja es toda la carne muscular de los mamíferos, incluyendo carne de res, cerdo, cordero, caballo y cabra. Por otro lado, la carne procesada se refiere a la que ha sido transformada a través de la salazón, el curado, la fermentación, el ahumado, u otros procesos para mejorar su sabor o conservación.

Ejemplos de carnes procesadas incluyen salchichas, jamón, carne en conserva, cecina o carne seca, así como carne en lata y preparaciones y salsas a base de carne.

Por qué aumenta el riesgo de cáncer

La carne se compone de varios componentes, como el hierro hemo, que se utiliza para crear glóbulos rojos. Pero también puede contener sustancias químicas que se forman durante su procesamiento o su cocción.

Por ejemplo, entre los productos químicos cancerígenos que se crean durante el procesamiento de carne se incluyen compuestos N-nitroso e hidrocarburos aromáticos policíclicos.

La cocción de la carne roja o procesada también produce aminas aromáticas heterocíclicas, así como otros productos químicos que incluyen hidrocarburos aromáticos policíclicos, que además se encuentran en otros alimentos y en el aire contaminado.

No obstante, a pesar de que algunos de estos productos químicos son carcinógenos conocidos o sospechosos de serlo, los expertos todavía no comprenden completamente cómo se incrementa el riesgo de cáncer por este tipo de carne.

Problema de salud pública

El consumo de la carne varía mucho entre los países, desde un pequeño porcentaje hasta un 100 % de habitantes que ingieren carne roja. Aunque la proporción de consumo de carnes procesadas es menor, Straif añade que su impacto sobre la incidencia del cáncer «es de importancia para la salud pública».

Pero, ¿debemos dejar de comer carne? Desde la OMS dejan claro que comer carne tiene beneficios para la salud. Sin embargo, «muchas de las recomendaciones nacionales aconsejan a las personas limitar el consumo de carne procesada y carne roja, ya que ambos están vinculados a un mayor riesgo de muerte por enfermedades del corazón, diabetes y otras patologías».

octubre 26/ 2015 (SINC)

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La Sociedad del Cáncer de Estados Unidos, una de las organizaciones más respetadas en la lucha contra el cáncer de mama, recomendó recientemente a las mujeres comenzar a hacerse mamografías más tarde, a los 45 en vez de a los 40 años, y con menos frecuencia de la que había recomendado anteriormente.

Estas nuevas pautas fueron publicadas en la «Journal of American Medical Association» (JAMA) con el objetivo de actualizar la guía divulgada en 2003 por la Sociedad Americana del Cáncer, que recomendaba a las mujeres comenzar con las mamografías a los 20 y 30 años y continuar anualmente a partir de los 40 años.

Ahora, la Sociedad dice a las mujeres que pueden esperarse a los 45 años para realizarse su primera mamografía y recomienda que, a partir de entonces, estas radiografías de mama se efectúen anualmente hasta cumplir los 54 años.

Además, la organización recomienda mamografías cada dos años para las mujeres de 55 años o mayores, siempre que estén sanas y tengan una espectativa de vida de más de 10 años.

En una columna de opinión en el «Journal of American Medical Association», las doctoras Nancy L. Keating y Lydia E. Pace, ambas del hospital de Brigham and Women’s de Boston (Massachusetts), destacan que algunas de las nuevas recomendaciones pueden ser «sorprendentes» para pacientes que han superado el cáncer de mama, así como para el personal médico encargado de este tipo de cuidados.

La nueva edad para las mamografías anuales, 45 en vez de 40 años, se acerca a las recomendaciones de otros actores en la lucha contra el cáncer, como el grupo de expertos independiente de la Fuerza de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF), que recomienda mamografías bianuales para mujeres entre 50 y 74 años.

En su nueva guía, la Sociedad Americana del Cáncer desaconseja a mujeres que no han experimentado ningún símbolo de anormalidad en sus mamas realizarse exámenes clínicos, en el que los médicos o enfermeros tratan de sentir bultos en las mamas.

A pesar de sus recomendaciones, la Sociedad defiende que las mujeres entre 40 y 44 años deberían «tener la oportunidad» de hacerse una mamografía si lo consideran necesario, del mismo modo que las mujeres de 55 años o mayores deben de seguir con sus mamografías anuales si así lo desean.

No obstante, el cambio de perspectiva obedece a nuevos descubrimientos sobre los beneficios de las mamografías y sus perjuicios, entre los que destaca el peligro de falsos positivos para las mujeres que se someten a estas pruebas demasiado pronto.

El cáncer de mama es la causa de muerte más común entre mujeres de todo el mundo, destaca la publicación.

A pesar de que la mortalidad por cáncer de mama ha disminuido de manera constante desde 1990, en gran parte debido a las mejoras en la detección temprana y tratamiento, se estima que solo en Estados Unidos 40 290 mujeres morirán por esta enfermedad en 2015.
octubre 28/2015 (ansa)

Tomado del Boletín de Prensa Latina Copyright 2015 «Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.»

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La Sociedad del Cáncer de Estados Unidos, una de las organizaciones más respetadas en la lucha contra el cáncer de mama, recomendó recientemente a las mujeres comenzar a hacerse mamografías más tarde, a los 45 en vez de a los 40 años, y con menos frecuencia de la que había recomendado anteriormente.

Estas nuevas pautas fueron publicadas en la «Journal of American Medical Association» (JAMA) con el objetivo de actualizar la guía divulgada en 2003 por la Sociedad Americana del Cáncer, que recomendaba a las mujeres comenzar con las mamografías a los 20 y 30 años y continuar anualmente a partir de los 40 años.

Ahora, la Sociedad dice a las mujeres que pueden esperarse a los 45 años para realizarse su primera mamografía y recomienda que, a partir de entonces, estas radiografías de mama se efectúen anualmente hasta cumplir los 54 años.

Además, la organización recomienda mamografías cada dos años para las mujeres de 55 años o mayores, siempre que estén sanas y tengan una espectativa de vida de más de 10 años.

En una columna de opinión en el «Journal of American Medical Association», las doctoras Nancy L. Keating y Lydia E. Pace, ambas del hospital de Brigham and Women’s de Boston (Massachusetts), destacan que algunas de las nuevas recomendaciones pueden ser «sorprendentes» para pacientes que han superado el cáncer de mama, así como para el personal médico encargado de este tipo de cuidados.

La nueva edad para las mamografías anuales, 45 en vez de 40 años, se acerca a las recomendaciones de otros actores en la lucha contra el cáncer, como el grupo de expertos independiente de la Fuerza de Servicios Preventivos de Estados Unidos (USPSTF), que recomienda mamografías bianuales para mujeres entre 50 y 74 años.

En su nueva guía, la Sociedad Americana del Cáncer desaconseja a mujeres que no han experimentado ningún símbolo de anormalidad en sus mamas realizarse exámenes clínicos, en el que los médicos o enfermeros tratan de sentir bultos en las mamas.

A pesar de sus recomendaciones, la Sociedad defiende que las mujeres entre 40 y 44 años deberían «tener la oportunidad» de hacerse una mamografía si lo consideran necesario, del mismo modo que las mujeres de 55 años o mayores deben de seguir con sus mamografías anuales si así lo desean.

No obstante, el cambio de perspectiva obedece a nuevos descubrimientos sobre los beneficios de las mamografías y sus perjuicios, entre los que destaca el peligro de falsos positivos para las mujeres que se someten a estas pruebas demasiado pronto.

El cáncer de mama es la causa de muerte más común entre mujeres de todo el mundo, destaca la publicación.

A pesar de que la mortalidad por cáncer de mama ha disminuido de manera constante desde 1990, en gran parte debido a las mejoras en la detección temprana y tratamiento, se estima que solo en Estados Unidos 40 290 mujeres morirán por esta enfermedad en 2015.
octubre 28/2015 (ansa)

Tomado del Boletín de Prensa Latina Copyright 2015 «Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.»

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