Cuando se trata de la felicidad, parece que los jóvenes y viejos poseen el secreto. Y que lo que vale para los humanos también se cumple en los primates.
¿Cómo cambia la felicidad según la edad?
La mayoría de la gente asume que de niños disfrutamos una existencia despreocupada, pasamos a la miserable confusión de la adolescencia y recuperamos la felicidad cuando entendemos todo y nos asentamos, sólo para hacernos más gruñones y solitarios con cada arruga y cana adicional.
Totalmente incorrecto.
Resulta que la felicidad es mucha en la juventud, pero decae sostenidamente para llegar a su punto más bajo cuando llegamos a la cuarta década: la llamada crisis de la mediana edad. Entonces, milagrosamente, nuestro sentido de la felicidad mejora y va aumentando conforme envejecemos.
Este patrón en forma de U de la felicidad a lo largo de la vida ha sido observado en todo el mundo, desde Suiza hasta Ecuador, Rumanía y China. Se ha documentado en más de 70 países, encuestando a más de 500 000 personas, en países desarrollados y en desarrollo.
¿Cómo se explican estos hallazgos contrarios a la intuición?
¿Tiene que ver con balancear a los hijos con la carrera cuando llegamos a los 30 y 40 años? Aparentemente no. Incluso contando la presencia de los niños en la casa, permanece el patrón de la felicidad.
¿Quizás se debe a diferencias generacionales? Pero los estudios no seguían a los mismos individuos a lo largo de la vida, sino a varios de distintas edades.
¿Será que los adolescentes y ancianos son más felices que los de mediana edad porque nacieron en tiempos mejores? No, esto no parece afectar el patrón. También persiste al contar otros factores demográficos, incluidos estado civil, educación, empleo e ingresos.
La felicidad, una monada
Hace apenas un mes, un grupo encabezado por el profesor Andrew Oswald, de la Universidad de Warwick, reportó que la felicidad de nuestros primos en la evolución -los grandes simios- también sigue el patrón en U durante su vida.
Por supuesto, los simios no pueden evaluar su satisfacción en una escala de 1 a 10. Pero el bienestar de 508 monos fue calculado a través de sus cuidadores humanos. Los simios, como los humanos, eran menos felices durante la mediana edad.
Los gorilas y otros simios también sufren de la crisis de mediana edad.
La existencia de una crisis en esa etapa de la vida del simio fortalece la noción de que el patrón de la felicidad en la vida no se debe a factores socioeconómicos. Esto deja dos probables explicaciones.
Primero, «la supervivencia de los más felices»: se sabe que la felicidad se relaciona con la longevidad. Es decir, los más felices viven más, mientras que los pesimistas mueren prematuramente, posiblemente porque se estresan más.
Por tanto, los ancianos que quedan para las pruebas de los científicos deberían ser más felices que los de 30 o 40 años. Pero esto sólo explica la segunda parte de la U.
Segundo, la U podría plantearse tanto en humanos como en simios, debido a similares cambios en la estructura cerebral relacionada con la edad que influyen en la felicidad. Una parte de nuestro cerebro que cambia considerablemente en las primeras dos décadas de vida, conforme avanzamos hacia la vejez, es el lóbulo frontal.
Malas noticias
Nuestros lóbulos frontales maduran a mediados de los 20 años y comienzan a deteriorarse a los 45. Esto significa que mientras nos desarrollamos, aumentamos lentamente alguna función, que posteriormente perdemos.
Una de esas funciones es nuestra habilidad para aprender de malas noticias.
Mis colegas y yo hemos encontrado que la gente tiende a descontar la relevancia de información indeseable (el alcohol es malo para el hígado) pero está lista para las buenas noticias (el vino tinto es bueno para el corazón). Así, cuando los fumadores ven advertencias en paquetes de cigarrillos, piensan: «Sí, fumar mata, pero sobre todo a los demás».
Igualmente, cuando escuchamos que el mercado inmobiliario está subiendo, pensamos: «El valor de mi casa se duplicará».
Usando técnicas de diagnóstico por imagen cerebral descubrimos que la tendencia a descartar malas noticias se relaciona con la forma en que las regiones del lóbulo frontal codifican información negativa inesperada.
Podría pensarse que descartar malas noticias puede causar problemas a la gente, por ejemplo, fumando más y ahorrando menos. Hay algo de cierto en esto, pero también es bueno para nuestra salud mental.
Nuestra investigación muestra que la exitosa incorporación de malas noticias se relaciona con la depresión. Descartarlas, como solemos hacer, presumiblemente nos permite tener una visión prometedora del futuro que, aunque no sea necesariamente realista, nos mantiene felices.
Pero la tendencia a descartar malas noticias también sigue el patrón en U durante nuestra vida. Los niños, adolescentes y ancianos descartan información no deseada más que los adultos.
El cambio en los lóbulos frontales parece reflejarse en nuestra capacidad de aprender de las malas noticias, que a su vez pueden conducir a diferencias en la felicidad según la edad.
Así, la felicidad puede tener un precio: una menor capacidad de asumir información no deseada.
Esencialmente, esto significa que podríamos necesitar volver a encuadrar campañas de salud y seguridad, especialmente dirigidas a los jóvenes y ancianos. En lugar -o además de- etiquetar un paquete de cigarrillos con las palabras «FUMAR MATA», podríamos poner «80% de quienes tratan de dejar de fumar lo logran».
Y en vez de subrayar los riesgos de cáncer a la piel en un frasco de bronceador, podríamos resaltar los beneficios del protector solar: menos arrugas, piel más saludable.
¿Menos gente buscará otro cigarrillo al enfocarse en normas sociales? ¿Más gente se protegerá de los rayos ultravioletas cuando enfatizamos lo positivo? Hay que probar cada caso.
Dado que sabemos que la gente tiende a responder a advertencias diciendo «es improbable que me ocurra» y a la posibilidad de un futuro glorioso con «¿por qué no yo?», hay razones para creer que sí.
diciembre 7/2012 (Diario Salud)
Nota: Los lectores del dominio *sld.cu acceden al texto completo a través de Hinari.
Weiss A, King JE, Inoue-Murayama M, Matsuzawa T, Oswald AJ. Evidence for a midlife crisis in great apes consistent with the U-shape in human well-being.Proc Natl Acad Sci U S A. 2012 Dic 4;109(49):19949-52. doi: 10.1073/pnas.1212592109.