Ni imaginan el valor de lo que tienen

Sobre los precios irrisorios para cualquier turista de salud, un agradecido paciente español llamó nuestra atención al despedirse: “Ustedes ni imaginan el valor de lo que tienen. En cualquier lugar del mundo estamos acostumbrados a pagar caro por lo bueno. Solo lo de poco valor resulta barato”.

Al año siguiente nos trajo un libro promocional sobre los balnearios de su país, más de 60. Allí encontré que para la temporada de 2001-2002 el precio en euros –sin contar el importe de la consulta médica–, para un día de alojamiento en Vila de Caldes, fue de 106,53 y en Banhs de Tredos 102,56. Un solo baño en Pozo de la Salud, 24,04; y en Caldes de Boí 28,85.

Son balnearios segunda categoría, en temporada de baja. Con mucha parafernalia de equipamiento, cierto, pero cuyas aguas medicinales –pollo del arroz con pollo– cubren una parte, y no significativa, de lo que es posible con las santafeseñas.

Otro visitante, médico con balneario en Cataluña, me dijo: “En el mundo entero el único remedio transitorio y no solución definitiva para la condromalacia es el bisturí. Y ustedes la curan con 21 baños.

¿Sabes cuántos condromalácicos tiene Europa? Más de 14 millones”.

Ciertamente, al conocer estos datos, se comprende por qué nuestro Partido y Gobierno, a todos los niveles, están empeñados ahora –como objetivo clave, emblemático, en la estrategia para el Desarrollo Local– en rescatar el balneario Santa Rita; una botica natural inagotable, de turno permanente para nuestros compatriotas y fuente de ingresos considerables para toda la nación.

El diario de a bordo del segundo viaje no se ha encontrado todavía, mas se sabe que Cristóbal Colón recogió al oeste de Batabanó, en Guanímar, a un indígena, quien se entendía en lengua taína con el que traía a bordo como traductor. Las aguas curativas pineras eran bien conocidas por los canoeros de aquel oeste cubano.

Y la tripulación del Almirante, y hasta él, venía con demasiados enfermos. Un día después, el 13 de junio de 1494, se cambió el rumbo y aquellas tres naves llegaron a esta Isla. Aquí permanecieron 12 días, más tiempo que en otro lugar de tan largo periplo. ¿Casualidad? No lo parece.

Luego, estas aguas curativas fueron durante 300 años remedio muy preciado para las tripulaciones piratas. Entre sus médicos, el más renombrado, Esquemeling, dejó constancia documental. Todavía con los piratas en cualquier vereda, comenzó el poblamiento de Isla de Pinos. Fue en 1809 y el sitio se conoce ahora como Asiento Viejo de Santa Fe. No estuvo en cualquier parte, sino inmediato a la fuente de aguas curativas. Los motivos, esta vez, si están documentados.

Allí “se han visto desaparecer como por encanto –escribió en 1865 su primer galeno, Don José de la Luz Hernández– la tisis tuberculosa, la laringitis, la bronquitis, la cefalea y la esplenitis, la artritis y el reuma, la gastralgia y la gastro enteralgia, las amenorreas y dismenorreas, las obstrucciones glandulares y los dolores osteócopos, las neurosis y parálisis, la hipocondría y la lepe mamaria, la varicela y el impétigo, y finalmente la caquexia, la clorosis, la anemia y casi todas las afecciones dermoideas desde los herpes hasta la elefantiasis de los árabes; el asma, la oftalmia, la otitis, la eclancia y la epilepsia. Cura los trastornos hepáticos, ciática, gota, cólicos nerviosos, biliosos y nefríticos de cálculos calizos incipientes y arenillas úricas, cistitis, úlceras en el cuello uterino sifilíticas y linfáticas”.

Vea la noticia completa en: Periódico Trabajadores – 21 mayo 2022

 

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