Al matancero Juan Dávalos se deben numerosas e importantes contribuciones en métodos microbiológicos, diagnóstico de la lepra y de la difteria, así como el hallazgo del bacilo tetánico en el pabilo usado en la práctica obstétrica.
En el campo de las investigaciones parasitológicas uno de los primeros en destacarse fue Finlay, quien en 1881 dio a conocer unas notas acerca de la filaria hemática en el hombre y en los animales. Finlay fue el primero que encontró en América este parásito en la sangre. Años después, el fundador de la Parasitología cubana, el Dr. Juan Guiteras, oriundo de Matanzas, descubrió la Filaria bancrofti en los Estados Unidos y la Uncinaria duodenalis en nuestro país.
A principios del siglo XX se suceden notables avances en nuestra hematología. El Dr. Leonel Plasencia establece fórmulas hematológicas en procesos inflamatorios y cancerosos; estudia el valor semiológico de los eosinófilos; investiga y establece los valores normales de glicemia en Cuba; profundiza estudios sobre la aplicación y valor de la reacción de Wasserman.
Plasencia insistió como nadie antes en la utilidad clínica de los trabajos del Laboratorio.
Nuevas técnicas para la dosificación de la urea en sangre se deben al Dr. Gonzalo Iturrioz (1914), a Eugenio Torroella (1920) y a Oscar Nodarse (1925). Entre las primeras investigaciones urológicas llevadas a cabo en nuestra patria sobresale la Memoria sobre la presencia del azúcar en la orina y sobre la relación de este fenómeno con la respiración. Esta monografía se debe al Dr. Álvaro Reynoso y fue premiada en 1853 por el Instituto de Francia. Años más tarde, en 1888, el Dr. Joaquín Diago realiza dosificaciones de urea en orina y estudia las orinas grasas.
A principios del siglo XX el Dr. Augusto Díaz Brito cuantifica la bilis en orina por colorimetría y el Dr. Adolfo González Bustamante trabaja en la determinación de las fosfatasas urinarias. En 1911, Leonel Plasencia inventa un albuminoscopio para luz artificial.