Acercamiento histórico al Laboratorio Clínico

Los Primeros Laboratorios Cubanos

El primer laboratorio de nuestro país fue el Histo-Bacteriológico y Antirrábico de la “Crónica Médica-Quirúrgica de La Habana,” fundado por iniciativa del ilustre oftalmólogo Dr. Juan Santos Fernández. Inaugurado en 1887, fue el primero de su clase establecido en América.

En breve, a principios de siglo, se fundaron otros más: Laboratorios Wood (1901), Laboratorio Nacional (1902), fundado por el Dr. Diego Tamayo; Laboratorio Clínico Estrada Palma (1903), fundado por Emilio Martínez; el laboratorio de Martínez y Plasencia (1903); el del Dr. Matías Duque (1909) y el de Bluhme y Ramos en 1911.

A estos laboratorios se debió en gran medida el progreso alcanzado por nuestra medicina en esta etapa, conocida por la Etapa de Oro de la Higiene y Epidemiología cubanas.

Sin embargo, habrían de pasar muchos años para que el Laboratorio Clínico se impusiera como especialidad médica. A pesar de los adelantos evidentes, aún prevalecía en medicina el “ojo clínico”, que en ocasiones era la causa de diagnósticos equivocados y hasta fatales.

Y es que antiguamente ser médico de laboratorio no era un título; estos médicos “poco conocidos” eran menospreciados en su saber y considerados meros auxiliares de los profesionales médicos. En esta época, ser médico de laboratorio era casi una ignominia.

No cabe duda de la importancia que tienen los profundos estudios de los clínicos, tratando de arrancar del enfermo un diagnóstico correcto en ausencia de los elementos auxiliares objetivos, indispensables para llegar al mismo con seguridad. Hoy sabemos, que poder contar también con la certeza que aportan los estudios de laboratorio, facilita y asegura el diagnóstico certero de las enfermedades.

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