Mirada a la COVID-19 en Cuba desde la anatomía patológica

Entender en toda su dimensión cómo se comporta la COVID-19 y cuánto daño puede causar a una persona resulta imprescindible para establecer el mejor tratamiento, tanto en la etapa clínica como durante la convalecencia.

En esta aspiración es vital mirar de cerca la enfermedad y relacionar cada paso de su evolución, principalmente cuando fallecen los pacientes, para determinar hasta qué punto se extendió el virus por el organismo, hasta dónde llegaron las lesiones y cuál fue su respuesta.

Detrás de esa mirada acuciosa se encuentra un equipo de expertos en anatomía patológica que cada martes y jueves, desde abril de 2020, se reúne en el Hospital Clínico Quirúrgico “Hermanos Ameijeiras”, en La Habana, para analizar las autopsias de los fallecidos por COVID-19 que llegan desde varios centros del país y, a partir del criterio conjunto, establecer un diagnóstico más calificado desde el punto de vista científico.

Este Grupo Temporal de Anatomía Patológica, perteneciente al Ministerio de Salud Pública, lo integran los doctores en ciencias y académicos Israel Borrajero Martínez, José Hurtado de Mendoza Amat, Teresita Montero González, Virginia Capó de Paz, Laura López Marín y Carlos Domínguez Álvarez, quienes hasta este mes han estudiado unas 322 autopsias, realizadas en los hospitales “Dr. Luis Díaz  Soto” (conocido como Naval) y “Salvador Allende”, de La Habana; “Mario Muñoz Monroy”, de Matanzas; “Manuel Fajardo”, de Santa Clara; y “Amalia Simoni”, de Camagüey.

Una de las instituciones que analiza mayor número de autopsias es el Hospital Naval, donde desde el inicio del 2021 y hasta el 20 de agosto se habían efectuado 320 -aunque no todas han sido analizadas por el Grupo Temporal-, cifra muy superior a las del 2020, cuando se realizaron 169 y solo 25 de ellas correspondían a casos positivos.

La Teniente Coronel Teresita Montero González, jefa del Centro de Desarrollo del hospital, contó que en un primer momento solo se efectuaban las necropsias a los pacientes sospechosos por el peligro que implica el SARS-CoV-2 y el poco conocimiento que se tenía de la enfermedad, pero luego comenzaron con los positivos.

“Planteamos que el equipo de anatomía patológica tenía experiencia en el análisis de casos de VIH y la gripe H1N1, contábamos con las capacidades y así lo hicimos, cumpliendo siempre con las medidas de bioseguridad”, expresó la primera especialista de la materia en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Al principio solo eran dos doctoras que se encargaban del peligroso procedimiento, acompañadas, desde el laboratorio, por dos técnicos y un grupo de reclutas que ayudaban sin manipular las muestras. Después se incorporaron otros especialistas y así también ocurrió en el resto del país, en la medida en que se ha ido conociendo la enfermedad.

“El trabajo de las autopsias ha sido como pasar un posgrado porque estamos redescubriendo muchas cosas de este padecimiento y el aporte ha sido muy importante”, comentó la doctora acostumbrada, desde la aparición del fenómeno, a pocas horas de descanso y a solo un día libre cada quincena.

José Hurtado de Mendoza Amat, especialista de II Grado en Anatomía Patológica y Profesor Titular y Consultante del mismo hospital, explicó que el daño producido por la COVID-19 es similar al observado en otras enfermedades asociadas a la respuesta inflamatoria sistémica, pero la intensidad de las lesiones en este caso es mucho mayor.

“El año pasado la COVID-19 fue la causa básica de muerte en aproximadamente el 48 por ciento de los estudiados, pero este año ese porcentaje ha aumentado hasta 68 a partir de la circulación de las nuevas variantes, lo cual ratifica que se trata de una enfermedad sumamente mortífera”, señaló Israel Borrajero Martínez, Profesor de Mérito de la Universidad Médica de La Habana y presidente de Honor de la Sociedad Cubana de Anatomía Patológica.

Aunque los estudios continúan, los expertos han podido determinar algunos resultados parciales que se han ido publicando en revistas de alcance internacional.

¿Cuáles son las evidencias obtenidas? 

A partir de la toma de muestra de algunos tejidos se han evidenciado lesiones en el pulmón como las más frecuentes y significativas -mayores complicaciones y letalidad-, aunque todo el organismo se afecta al encontrarse también daños en el riñón, corazón, encéfalo y el aparato digestivo en general.

Ya no se habla de la COVID-19 como una enfermedad respiratoria sino vascular, porque los receptores del patógeno están presentes no solo en el aparato respiratorio, sino en las células epiteliales y endoteliales, lo cual explica que varios órganos sufran algún tipo de deterioro.

En el caso del Hospital Naval se ha logrado realizar el estudio del encéfalo, lo que ha permitido complementar la evolución de la enfermedad con mayor integralidad e identificar causas de muerte relacionadas con lesiones cerebrales.

Con relación al pulmón, desde el mes de abril de 2021 se han visto cambios que denotan la agresividad de la variante Delta y se hallaron afectaciones que datan de un tiempo superior al momento del diagnóstico, el ingreso y la atención médica, por lo cual se entiende que los individuos estaban enfermos varios días antes de ser pesquisados o detectados y arribaron al sistema de salud en un estadio muy avanzado de la enfermedad.

Algunos de los analizados tenían rasgos sicklémicos que no los conocían en vida y aparecieron a partir de la pesquisa post mortem, lo que se convierte en una complicación de la COVID-19 ante una de las características de la enfermedad: la hipoxia o la demanda de oxígeno.

Internacionalmente ese fenómeno se describe como una “anoxia feliz”, es decir, las personas tienen falta de aire, pero no le dan importancia y llegan tarde a recibir atención especializada, varias veces confunden el padecimiento con un catarro y pueden complicar su estado y afectar a su familia.

Por otra parte, este coronavirus tiene gran repercusión en los riñones, incluso sin lesiones aparentes, pues prácticamente todos los casos analizados tienen algún tipo de daño renal. En particular, la enfermedad renal crónica ha sido una comorbilidad que compromete la vida de muchos pacientes.

Los jóvenes fallecidos por el virus generalmente tenían comorbilidades, eran diabéticos o hipertensos y no lo sabían, padecimientos asociados a trastornos morfológicos como la obesidad, el sobrepeso o la delgadez extrema.

En cuanto a las embarazadas la respuesta inflamatoria desencadenada por la COVID-19 supone un riesgo mayor, porque las gestantes habitualmente padecen una inflamación en el segundo trimestre de la gestación que se agrava con la generada por el virus, a ello se suma que muchas al comenzar los síntomas no acuden de inmediato al médico.

Al descontrolarse la respuesta inflamatoria sistémica se produce una disfunción inmunológica y la consecuente tormenta de mediadores que da lugar al daño multiorgánico, presente en el 70,3 por ciento de las autopsias revisadas, donde la COVID-19 fue la causa básica de muerte.

Como terapéutica básica e inmediata ante esa situación se plantea el uso de inmunomoduladores y oxigenación donde el ozono puede ser una variante importante, siempre que se administre por la vía y en las dosis adecuadas.

En relación a las personas vacunadas y a los menores de edad aún no existen resultados concluyentes, debido a que se han analizado muestras de pocos pacientes, aunque en estos casos siguen influyendo las comorbilidades que empeoran el cuadro clínico. Los niños estudiados presentaron enfermedades de base que comprometieron su estado de salud y las lesiones no se relacionaron con la acción del virus.

De igual forma, las lesiones identificadas han estado presentes en pacientes fallecidos tanto con una prueba de PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) negativa como positiva, pues los especialistas coinciden en que este resultado no determina la muerte o no por COVID-19, sino que depende del daño morfológico que se encuentre en los pulmones de los pacientes.

Muchos de ellos, con tiempo de PCR negativo, muestran indiscutibles alteraciones provocadas por el virus en sus pulmones y que comprometen todas sus estructuras morfológicas.

Secuelas: un problema a futuro

Al acrecentarse la agresividad del SARS-CoV-2 debido a la presencia de variantes genéticas con mayor patogenicidad y ser más intensas las lesiones multiorgánicas se prevé que la convalecencia de los pacientes también se agrave y sean más frecuentes otras enfermedades en el futuro.

En el país alrededor del 90 por ciento de los infectados se ha recuperado de la enfermedad, sin embargo, los expertos refieren que es necesario prepararse para las complicaciones que pudieran quedar.

Sustentado en las transformaciones metaplásicas y atípicas encontradas en varios casos estudiados, el daño pudiera derivar en cáncer o en el síndrome de Guillain-Barré, que también ha acompañado a otros padecimientos virales; además pudieran presentarse lesiones renales, hepáticas y cerebrales relacionadas con el coronavirus.

Asimismo, hay lesiones que aún no se conocen y sobre las que actualmente se investiga, así como existen personas que nunca desarrollarán la cantidad de anticuerpos esperados contra el patógeno, entre ellos los ancianos, quienes por su inmunosenescencia cuentan con un sistema inmune bajo.

Este aspecto se ha incluido en las investigaciones científicas realizadas de conjunto con varias instituciones, entre ellas el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología.

La transmisión de la COVID-19 tiene un fuerte componente social, de ahí la importancia de mantener los cuidados, incluso después de la vacunación y especialmente en los hogares donde viven personas mayores, niños o embarazadas.

Continuar con el uso correcto de la mascarilla sanitaria, cumplir con las medidas higiénicas y de distanciamiento y garantizar la ventilación de los espacios constituyen en estos momentos las mejores formas de protegernos a medida que avanza la inmunización en el país, la cual evitará que mayor número de personas lleguen a la gravedad y fallezcan. [Por: Lic. Sheila Noda Alonso y Lic. Lorena Chávez Fernández]

Tomado de: Minsap – 30 agosto 2021

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