El error diagnóstico, un problema infravalorado

Un informe revela que estos eventos pueden afectar a todos los pacientes alguna vez. Aunque el 80 % son evitables, la falta de cultura lastra la implantación de soluciones.
En el año 2000, el Institute of Medicine de Estados Unidos saltó a la primera plana tras publicar el ya antológico informe Errar es humano (To err is human), un reporte sobre la prevalencia y consecuencias de los errores médicos que arrojaba un dato escalofriante: los eventos adversos producían en Estados Unidos cada año más muertes que los accidentes de tráfico.

Ahora, y como complemento a ese informe, ha hecho público un análisis sobre uno de los tipos de incidentes que, si bien no muy frecuente, sí con posibilidad de tener consecuencias funestas: el error diagnóstico.

Según el trabajo, «los errores de diagnóstico pueden causar daño a los pacientes por retrasar el tratamiento adecuado, aplicar un tratamiento innecesario e incluso dañino y provocar consecuencias psicológicas y económicas».

En este sentido, Lluís Bohígas, director de Relaciones Institucionales de Roche Diagnostics, considera la imprecisión diagnóstica como uno de los eventos adversos más peligrosos, dado que «un error en el medicamento o en un acto quirúrgico puede ser fatal, pero un error en el diagnóstico producirá una serie de intervenciones sanitarias completamente inútiles que pondrán en juego la vida del paciente y supondrán un completo desperdicio de recursos».

Las investigaciones llevadas a cabo estiman que «el 5 % de los adultos estadounidenses que tienen algún problema de salud sufren un error diagnóstico cada año». Sin embargo, uno de los grandes problemas de este tipo de eventos adversos es su infradetección, dado que «detectarlo suele depender de la voluntad de los profesionales», según Lorenzo Alonso, coordinador del Foro Osler para la Mejora del Proceso Diagnostico en Medicina.

El Institute of Medicine aporta un dato que refuerza esta consideración: «Estudios postmortem realizados durante décadas han demostrado que los errores de diagnóstico contribuyen a, al menos, el 10 % de las muertes». Del mismo modo, el análisis de historias clínicas revela que estos errores «suponen entre el 6 y el 17 % de los eventos adversos en los hospitales».

Por si esto fuera poco, se trata de la principal causa de reclamaciones por mala práctica médica, y «tienen el doble de posibilidades de resultar en la muerte del paciente que el resto de causas de reclamación».

Desconocimiento
John Ball, presidente del Comité de Errores Diagnósticos en Medicina del Instituto, ha reconocido que, «simplemente, no conocemos la incidencia de estos errores. Necesitamos estudiarlos más para ser capaces de tomar medidas. Es un área de la Medicina infrarrepresentada e infraestudiada, y debemos arrojar luz sobre ella». Incluso va más allá, afirmando que es probable «que la práctica totalidad de la población sufra algún error diagnóstico en su vida».

Por ello, el instituto ha lanzado una serie de recomendaciones que ayudarían a reducir este tipo de errores. Sin embargo, conviene empezar por el principio: «Lo primero que habría que hacer es definir qué es un error diagnóstico, porque bajo este concepto se pueden englobar distintos tipos de eventos adversos.

Y si no lo conocemos, no podremos estudiarlo, analizarlo y saber su incidencia real», afirma José María Ruiz Ortega, presidente de la Asociación Española de Gestión de Riesgos Sanitarios (Aegris).

Alonso matiza que, en cualquier caso, «no debe confundirse con negligencia; un error es involuntario y puede cometerlo cualquiera». Según un artículo publicado por Alonso y su equipo en «Medicina Clínica», «los componentes relacionados con el error diagnóstico son de cuatro tipos: uno que depende de características del sistema donde se trabaja, otro relacionado con el aspecto cognitivo del razonamiento clínico, un tercero que se denomina error por no falta y que depende de la dificultad excesiva del caso clínico y, por último, un cuarto donde se mezclan componentes cognitivos y del sistema».

De ellos, el cognitivo es el más estudiado «y en el que más se está incidiendo para plantear las estrategias de mejora».

Formación
En esta línea, Alonso considera que la solución pasa, primero, por la formación: «Habría que introducir conceptos de seguridad, sistemas y razonamiento clínico en las facultades de Medicina y que los colegios profesionales empezaran a hablar del tema». Asimismo, recomienda el trabajo en equipo: «El paciente necesita un médico, pero el diagnóstico necesita un grupo, implicar a distintas especialidades».

Sin embargo, no todo depende de los profesionales: «Es posible también educar a los pacientes para que jueguen un papel más activo en la entrevista médica», un aspecto en el que incide Ruiz Ortega, a cuyo juicio «es frecuente que el paciente salga de la consulta sin saber exactamente qué tiene; si no conoce su diagnóstico, ¿cómo va a saber que el profesional se ha equivocado? Hay que perder el miedo a preguntar».

También el médico debe perder el miedo pero, en su caso, a reconocer el error. Por ello, «todo debe hacerse sin fiscalizar ni castigar», afirma Alonso, y Ruíz Ortega añade que, «quizá habría que cambiar la legislación para que no sea posible castigar al que reconoce el fallo; así sería posible perder el miedo a notificarlo, crear un registro correcto y aprender de nuestros errores».
octubre /2015 (Diario Médico)

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