2017 Archivos

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Como parte de un análisis de la agresividad de un microambiente inflamatorio en un tumor, científicos del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) descubrieron un gen, llamado BIRC3, que impide la destrucción de las células cancerígenas, específicamente en el caso del cáncer de mama, pues genera resistencia a los fármacos.

La investigadora invitada del Departamento de Biomedicina Molecular, Mónica Mendoza Rodríguez, explicó que en un modelo de células de cáncer de mama, los procesos inflamatorios típicos de la enfermedad inducen un aumento en la expresión del gen BIRC3, lo que provoca una resistencia a la medicación.

‘Lo que observamos en el laboratorio fue que cuando el gen BIRC3 está aumentado en las células cancerosas con características de agresividad, que es generado por un estímulo constante de inflamación, este gen participa disminuyendo la eficiencia de los tratamientos, como la doxorrubicina’, refirió.

La doxorrubicina, precisó, es uno de los tratamientos más utilizados en la quimioterapia que daña el ADN de las células cancerosas, se aplica para disminuir el volumen tumoral y para atacar las células cancerosas que pueden haber quedado o que se hayan propagado.

‘Descubrimos que uno de los genes que más se aumentaba por el estímulo inflamatorio fue el gen BIRC3, que participa en la inhibición de la apoptosis (proceso de muerte celular)’, lamentó.

Mediante un comunicado, la especialista sostuvo que la mayoría de las células cancerosas con un fenotipo agresivo generan resistencia a los fármacos y que dentro de los genes que generan dicha resistencia se encuentra el aumento en la expresión del gen BIRC3, que no permite que las células cancerosas se mueran.

Parte de la investigación está encaminada a analizar otros fármacos y genes que ayuden a ampliar el panorama de la forma en que un microambiente inflamatorio puede generar agresividad en un tumor, así como a entender los mecanismos que permitirán desarrollar terapias encaminadas a mejorar los tratamientos, concluyó.
Junio 27/2017 (Notimex) Fuente: Noticias de Salud Al día

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La Fundación de Cuidados de Salud contra el Sida en Estados Unidos lanzó recientemente una campaña de comunicación para alertar sobre el azote de la sífilis en varias ciudades.
sifilis66-1440x764_cAdemás de mensajes en medios digitales, el proyecto tendrá carteles sobre el tema en Los Ángeles y Oakland, California; Dallas y Houston, Texas; Chicago, Illinois; Atlanta, Georgia; Miami, Florida; y Columbus, Ohio.

De acuerdo con su presidente, Michael Weinstein, dicha entidad, ha estado sonando durante varios años la alarma acerca de las crecientes tasas de sífilis y otras infecciones de transmisión sexual.

Necesitamos mantener al público consciente y alentar a las personas sexualmente activas a hacerse las pruebas de control con regularidad y ser tratadas correctamente, comentó Weinstein, citado por reportes de prensa.

Por otra parte, manifestó que la iniciativa también pretende que los funcionarios de salud exijan a la empresa farmacéutica Pzifer a producir las cantidades suficientes del tipo de penicilina con el cual se combate el mal.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades se refirieron en abril último a un aumento estimado del 33 por ciento de casos de sífilis de 2014 a 2016.
Junio 26/2017  (PL) Fuente: Noticias de Salud Al Día

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Un estudio en The New England Journal reafirma la asociación de enfermedad cardiovascular, esquelética y cáncer con exceso de peso.

sindrome-metabolico-e1445526480195Unos 2200 millones de niños y adultos -el 30 por ciento de la población mundial- padecerían actualmente problemas de salud relacionados con la obesidad y el sobrepeso, según se desprende de una investigación global sobre sus efectos publicada la pasada semana en The New England Journal of Medicine. El estudio, realizado en 195 países y con un seguimiento de 25 años (1980-2015), revela que un porcentaje creciente de personas mueren por estos problemas de peso al aumentar el riesgo de sufrir enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes o diversos tipos de cáncer. Además, esta investigación global ha demostrado que, de los 4 millones de muertes atribuidas al exceso de peso corporal en 2015, casi el 40 por ciento se produjo entre las personas cuyo índice de masa corporal (IMC) estaba por debajo del umbral considerado obeso (IMC superior a 30).

Según ha explicado a DM Rafael Tabarés-Seisdedos, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Valencia y coautor del estudio, “los efectos negativos sobre la salud física no solo se producen en las personas obesas y este estudio pone en evidencia que el sobrepeso (medido por el índice de masa corporal de entre 25 y 30) también mata y aumenta la carga de enfermedad en el mundo”, remarcando que “se están muriendo personas por sobrepeso sin ser técnicamente obesas”.

Para Tabarés-Seisdedos, miembro del Ciber de Salud Mental (CiberSAM) y del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico Universitario de Valencia (Incliva), los resultados son realmente alarmantes a nivel global, incluyendo España, y especialmente para grupos de población más vulnerables como los niños y las personas con trastornos mentales. “El grupo de población de menos de 20 años es especialmente importante por las consecuencias sobre la salud física a largo plazo. Es muy preocupante que la obesidad en jóvenes y adultos jóvenes se haya triplicado en países muy poblados como China, India y Brasil desde 1980 a 2015”.

Menos mortalidad

Las personas con trastornos mentales, sobre todo los más severos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y las depresiones graves, tienen una prevalencia de sobrepeso y obesidad que puede alcanzar el 40-50 por ciento como consecuencia de sus síntomas, la alimentación, el sedentarismo y la medicación, “que favorecen dichos problemas de sobrepeso”. En estos grupos de población más vulnerables “es necesario una respuesta social contundente”.

El trabajo, no obstante, también ofrece resultados alentadores: “Aunque ha aumentado la prevalencia, las tasas de mortalidad y discapacidad ajustadas por la edad en la población no han crecido en los 25 años estudiados, lo que sugiere que las personas obesas viven más tiempo en la actualidad. Sin embargo, lo hacen con ese sobrepeso y con las enfermedades asociadas como la diabetes tipo 2 y la renal crónica”.

El análisis de The New England Journal of Medicine sobre el impacto del sobrepeso y la obesidad en el mundo entre 1980 y 2015 se basa en los datos del estudio más reciente sobre la carga de la enfermedad mundial (GBD), un esfuerzo sistemático y científico para cuantificar la magnitud de la pérdida de salud de todas las principales enfermedades, lesiones y factores de riesgo por edad, sexo y población -con más de 2300 colaboradores en 133 países y 300 enfermedades y lesiones. Incluye además análisis de otros estudios sobre los efectos del exceso de peso y los posibles vínculos entre el IMC elevado y distintos tipos sólidos de cáncer y leucemia.

En relación al sobrepeso en niños y jóvenes, se señala que un inicio temprano de la obesidad se traducirá en un aumento del riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedad renal crónica a lo largo de la vida. Por ejemplo, la incidencia de la diabetes tipo 2 en jóvenes de Estados Unidos ha aumentado sustancialmente y, cuando esto ocurre, provoca una prevalencia de complicaciones físicas incluso mayor que la diabetes tipo 1. El exceso de peso es un factor de riesgo de trastornos musculoesqueléticos (por ejemplo, artrosis en la rodilla) y, gracias a la evaluación sistemática de estudios observacionales prospectivos, hay evidencia suficiente sobre la relación causal entre el alto IMC y cánceres de esófago, colon y recto, hígado, vesícula biliar y vías biliares, páncreas, mama, útero, ovario, riñón y tiroides junto con leucemia.

Validación de estrategias

El análisis valida también algunas de las medidas preventivas habilitadas. Por ejemplo, la meseta en la prevalencia de la obesidad hace diez años en Estados Unidos apunta a la eficacia de medidas sencillas: disminuir la ingesta de calorías totales y de bebidas azucaradas y aumentar el ejercicio físico.

Según los expertos, para controlar esta epidemia global es necesario que los sistemas de vigilancia sean eficientes y continuos y evalúen los factores de riesgo, la prevalencia, las enfermedades comórbidas, sin olvidar la diversidad poblacional con cohortes múltiples. Así, para cualquier nivel de IMC, se ha demostrado que los asiáticos tienen un mayor riesgo absoluto de diabetes e hipertensión y los afroamericanos tienen un menor riesgo de enfermedad cardiovascular que otros grupos. También se centra en estudios para determinar cuáles de las intervenciones están funcionando localmente y por qué.

Desde 1980 la obesidad se ha duplicado en más de 70 países, en algunos de los cuales el aumento de la obesidad infantil fue mayor que el de los adultos. En 2015, China y la India eran los países con el mayor número de niños obesos. China y Estados Unidos también encabezan la lista de adultos obesos. En España, el 20 por ciento de mujeres mayores de 20 años y el 16 por ciento de los hombres son obesos, lo que significa un aumento de 5 puntos porcentuales respecto a 1980.

Obesidad: ¿oficialmente enfermedad?

The Lancet Diabetes and Endocrinology, en un editorial publicado a principios de junio, expone una serie de argumentos que intentan responder positivamente a la pregunta que encabeza el artículo: ¿Debería ser reconocida oficialmente la obesidad como enfermedad?, tal y se propuso en el último congreso europeo de la especialidad en Oporto, Portugal, el único país de la Unión Europea que desde 2004  así la contempla. En 2013, la Asociación Médica Americana votó a favor de este reconocimiento, a la que siguió en 2015 la Asociación Médica de Cánada, pero sin repercusiones reales de los gobiernos local y federal de este país. La Federación Mundial para la Obesidad considera que el hecho de que otros países la reconocieran como una enfermedad de base traería cambios medioambientales, al igual que los producidos en el control de las dolencias infecciosas, que reducirían la presencia de agentes obesogénicos implicados en su desarrollo.

El objetivo requiere la implicación de gobiernos y administraciones, industria alimentaria y profesionales médicos, un empeño complejo, pero que reforzaría la idea de la obesidad como enfermedad causada por agentes modificables mediante la promoción de cambios que evitarían esta epidemia.
Junio 29/2017 (diariomedico.com) Fuente: Noticias de Salud Al Día

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Investigadores de la Universidad de Zaragoza han detectado en el agua potable quistes de Cryptosporidium y Giardia, dos protozoos que causan brotes de diarrea en humanos. Los niveles registrados son muy bajos y no suponen un riesgo sanitario pero, según el estudio, la ubicuidad de estos parásitos y la ineficacia de los tratamientos convencionales para eliminarlos puede derivar en un problema de salud pública.

Los protozoos de los géneros Cryptosporidium y Giardia son los parásitos que provocan más brotes diarreicos de origen hídrico en los países desarrollados. Las personas los pueden ingerir accidentalmente cuando beben agua en lugares de recreo, o incluso en casa si, por algún motivo, esta no llega completamente limpia.

Ahora científicos de la Universidad de Zaragoza han analizado la presencia de quistes y ooquistes –estados de resistencia y dispersión de estos parásitos–  en plantas potabilizadoras de las 20 localidades más pobladas de Aragón. Tomaron muestras entre 2013 y 2015, tanto del agua ‘cruda’ que entra a las potabilizadoras como de la tratada que sale lista para beber, y se analizaron con técnicas que emplea la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.

Los resultados, que se publican en la revista Science of The Total Environment, muestran que en el agua potable que entregaban once de las plantas había protozoos, “con una concentración media de 88 ooquistes de Cryptosporidium y 37 quistes de Giardia por cada 100 litros de agua”, explica a Sinc uno de los autores, Joaquín Quílez.

El investigador subraya que estas concentraciones “son realmente bajas y no representan riesgo sanitario”, aunque junto a los otros autores advierte en el estudio: “La ubicuidad de estos parásitos en todo tipo de fuentes y la ineficiencia de los tratamientos de agua convencionales para inactivarlos puede presentar un problema serio de salud pública”.

Vacío legal sobre protozoos en el agua

Uno de los inconvenientes en este ámbito es la falta de legislación, que no establece límites en las concentraciones de estos patógenos. La normativa sobre agua potable deja a criterio de las autoridades sanitarias investigar o no la presencia de estos protozoos y solo en casos concretos, como cuando se confirma la presencia de Clostridium y la turbidez del agua es muy alta (superior a 5 UNF o unidades nefelométricas de turbidez).

En este estudio se detectó Cryptosporidium en el  55 % de las plantas potabilizadoras y Giardia en un 70% de las mismas, con nueve plantas positivas para los dos protozoos y sólo cuatro en las que no se registró ninguno. Ambos patógenos se encontraron en el agua de entrada durante todo el año, con una menor frecuencia en otoño y un máximo en invierno (sobre todo de Giardia, con 1,25 quistes por litro).

“Las técnicas de potabilización no son completamente eficaces para eliminarlos del agua o inactivarlos en caso de que pasen los filtros correspondientes, ya que resisten la cloración”, indica Quílez, “por lo que si su concentración es muy elevada en el agua de entrada a la potabilizadora, en la de salida podrían mantenerse en cantidad suficiente para desencadenar un brote de diarrea”.

Los autores encontraron uno o los dos patógenos en el agua que salía de siete de las 11 plantas en las que se realiza un tratamiento convencional completo (con las etapas de coagulación, floculación –adición de agentes para facilitar posterior decantación de sustancias–, sedimentación, filtración y procesos de desinfección), y en cuatro de las otras nueve potabilizadoras donde no se aplica alguno de esos pasos de precloración.

Aunque esta investigación está enfocada a Aragón, “los resultados son similares en otras zonas de España, según reflejan otros estudios en Galicia, País Vasco y zona centro”, destaca Quílez, quien recuerda que, dado que la concentración de estos parásitos en el agua habitualmente es baja, las técnicas para detectarlos son muy costosas y no se realizan de forma rutinaria”.

Brotes de diarrea en Europa y EE. UU.

El Reino Unido es el único país de la UE donde durante unos años se ha estado analizando la presencia de estos patógenos de forma sistemática por parte de las compañías suministradoras de agua. También es el país europeo, junto con Irlanda, donde se han comunicado más casos de infecciones por Cryptosporidium y Giardia.

Los brotes diarreicos que producen estos parásitos pueden afectar a grandes grupos de población, como el de giardiosis que hizo enfermar a unas 2500 personas en Bergen (Noruega) en 2004, o el brote masivo de criptosporidiosis que en 2003 afectó a más de 400.000 personas en Milwaukee, en EE UU.

Referencia bibliográfica: Ana Ramo, Emilio Del Cacho, Caridad Sánchez-Acedo, Joaquín Quílez. “Occurrence of Cryptosporidium and Giardia in raw and finished drinking water in north-eastern Spain”. Science of The Total Environment  580: 1007–1013, 2017. Fuente: Noticias de Salud Al Día

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Investigadores españoles han evaluado el comportamiento dinámico del síndrome metabólico –un grupo de factores que aumentan el riesgo de desarrollar una enfermedad cardíaca y diabetes tipo 2–. Los resultados apuntan a la alteración de la glucosa y la hipertensión arterial como biomarcadores predictores de su aparición.  

 

El aumento significativo de la prevalencia de la obesidad ha coincidido con un considerable aumento de la prevalencia del síndrome metabólico. / Malingering

Promover cambios en el estilo de vida permitiría reducir la persistencia del síndrome metabólico. Esta es la principal conclusión de un estudio desarrollado por investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) en la Universidad de Girona, liderados por Marc Sáez, en el que se evaluó el comportamiento dinámico del síndrome metabólico. El trabajo acaba de publicarse en PlosOne.

El aumento significativo de la prevalencia de la obesidad ha coincidido con un considerable aumento de la prevalencia del síndrome metabólico (SM). El síndrome metabólico se define como la coocurrencia de varios factores de riesgo cardiovascular en

un sujeto.

En particular, se considera que un sujeto tiene SM si presenta, al menos, tres de los siguientes cinco factores: obesidad abdominal; alteración de la glucosa o diagnóstico de diabetes mellitus tipo 2; hipertensión arterial o diagnóstico de hipertensión; bajos niveles de colesterol HDL e hipertigliceridemia (los dos últimos criterios definen la dislipemia).

Pero ni el síndrome metabólico ni sus componentes son estáticos, pudiendo ocurrir y dejar de hacerlo, como consecuencia de su control, durante el período de seguimiento de un paciente, incluso en más de una ocasión.

Así, el estudio de la dinámica del síndrome metabólico y de sus componentes, como el orden de aparición (por ejemplo, si la alteración a la glucosa se produce antes o después de la presión arterial alta) o el tiempo de exposición a los mismos (por ejemplo, si el SM es persistente y continua una vez definido o si el individuo puede entrar y salir de las condiciones definitorias del SM durante el seguimiento), era desconocida hasta el momento, y podría ser clínicamente relevante.

El objetivo de este trabajo se centró en estudiar este comportamiento en una gran cohorte de base poblacional. En concreto, se utilizó una muestra retrospectiva con un seguimiento de 7 años (entre el 1 de enero de 2005 y el 31 de diciembre de 2012) compuesta por más de 13 000 sujetos de la población general, residentes en una comarca, predominantemente rural o semiurbana, de la provincia de Girona.

Predecir el síndrome metabólico

Durante el periodo de seguimiento, más de un tercio de los participantes en el estudio, un 39 %, presentó algún episodio de síndrome metabólico. De ellos, la mayoría presentó solo un episodio de síndrome metabólico, y fue de carácter no persistente (44,6 %).

Se encontró que los triglicéridos, colesterol HDL bajo y la obesidad fueron los componentes más asociados en los primeros episodios de SM.

Sin embargo, al tener en cuenta su comportamiento dinámico, los componentes relacionados con la presión sanguínea y el metabolismo de la glucosa –presión arterial alta o normal, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión y alteración de la glucosa en ayunas– fueron, en este orden, los que cuando aparecían primero determinaban tener un primer episodio de SM.

Los resultados sugieren que los componentes relacionados con el metabolismo de la glucosa y la hipertensión arterial, cuando aparecen tempranamente, actúan como biomarcadores para predecir el síndrome metabólico, mientras que los componentes relacionados con la obesidad y la dislipidemia, aunque esenciales para el desarrollo del SM, aparecen después.

“Los componentes relacionados con la presión arterial y el metabolismo de la glucosa son predictores tempranos del riesgo de desarrollar el primer episodio de síndrome metabólico, pero su posterior asociación con los componentes de la dislipidemia es crucial”, sostienen los investigadores.

Mal control de dislipemia, glucosa e hipertensión

En cuanto a las variables que se relacionaron con la persistencia del síndrome metabólico, el estudio encontró que se corresponden con condiciones clínicas que no tienen criterios de tratamiento farmacológico bien establecidos (dislipemia, alteración de la glucosa e hipertensión arterial).

En este sentido, los autores del estudio recomiendan hacer todos los esfuerzos para identificar a los individuos que presenten la combinación hiperglucemia e hipertensión arterial, en riesgo muy alto de desarrollar un episodio de síndrome metabólico, a los que se ha de proporcionar un tratamiento adecuado en las primeras etapas de la enfermedad.

Además, indican que los médicos de cabecera deben priorizar los cambios de estilo de vida que cada componente del SM requiere, sobre todo el control de peso y el ejercicio físico, que podrían prevenir la aparición del síndrome metabólico. “Promover cambios en el estilo de vida reduciría también las condiciones asociadas con la persistencia del síndrome metabólico”, concluyen los autores.
Julio 2/2017 (SINC) Fuente: Noticias de Salud Al Día

Referencia bibliográfica:

Barceló MA, Rodríguez-Poncelas A, Saez M, Coll-de-Tuero G. The dynamic behaviour of metabolic syndrome and its components in an eight-year population-based cohort from the mediterranean. PlosOne 2017; 12(5): e0176665.

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La sal es un enemigo oculto en la alimentación de los niños. Así concluye un estudio, realizado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, que apunta cómo más del 80 % de los escolares españoles toma una excesiva cantidad, lo que se asocia con un aumento en el riesgo de hipertensión, osteoporosis u obesidad. Según los autores, es necesario conocer su procedencia para disminuir su ingesta.

Es esencial reducir la ingesta de sal desde la infancia. / Fotolia

 La sal es posiblemente el aditivo más antiguo y más usado en alimentación, un condimento que proporciona a los productos el característico sabor salado. Pero además de sus propiedades culinarias, su excesivo consumo es la causa de numerosos problemas de salud.

Por eso, un equipo de científicos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha analizado la ingesta de sal en los niños, un colectivo especialmente sensible ya que es en esta etapa cuando se forman los hábitos alimentarios.

La ingesta de sal puede contribuir a elevar la presión arterial en los niños, lo que les predispone a ser adultos hipertensos.

Los resultados, publicados en el European Journal of Nutrition, afirman que los niños toman de media 7,8 g de sal al día, lo que supone que el 84,5 % de los menores de 10 años y el 66,7 % de los mayores de 10 consume más sal de la recomendada –entre 4 y 5 g de sal al día, respectivamente– por la Organización Mundial de la Salud.

“Los consumidores, en general, son conscientes de que un excesivo consumo de sal aumenta las cifras de presión arterial en adultos, con el consiguiente riesgo de sufrir hipertensión y enfermedad cardiovascular”, explica a Sinc Aránzazu Aparicio, investigadora de la UCM y autora principal del trabajo.

“Sin embargo, la población no es tan prudente cuando se trata de la población infantil”, añade Aparicio. Y eso que desde hace años diversos estudios señalan cómo la ingesta de sal también puede contribuir a elevar la presión arterial en los niños, lo que les predispone a ser adultos hipertensos.

Según los expertos, si desde la niñez consumimos alimentos salados, con toda probabilidad también lo haremos cuando seamos mayores. Por esta razón, es esencial reducir la ingesta de sal desde edades tempranas y, para ello, tenemos que conocer lo que comemos.

“Muchos padres no son conscientes de que sus hijos, o ellos mismos, están tomando un exceso de sal. Y se piensa que, para reducir su consumo, es suficiente con controlar la cantidad que se le añade a los alimentos para cocinar”, indica la investigadora.

Pero en la mayoría de los países industrializados, como España, solamente el 20-25 % de la sal que ingerimos procede de la sal de mesa.

¿De dónde viene la sal que toman los niños?

Como señala Aparicio, “la mayor parte de la sal que consumimos los adultos y los niños proviene de la sal ‘oculta’ en los alimentos, especialmente de los procesados”.

En concreto, los productos que más sal aportan a la dieta de los niños españoles son los embutidos, incluyendo el jamón, seguidos del pan y pan de molde, la pizza y los platos precocinados, los caldos en cubito y las salchichas.

“Es evidente que tenemos que controlar la sal que añadimos a los platos a la hora de cocinar. Sin embargo, estos resultados también ponen de manifiesto la necesidad de establecer actuaciones por parte de la industria alimentaria para reducir el contenido en este aditivo de los alimentos procesados”, subraya la experta.

Algunos sectores alimentarios ya han empezado a reducir su contenido de sus productos de forma paulatina para que los consumidores no noten la diferencia de sabor y los rechacen. Este es el caso del pan, que pasó de un contenido de 22 g de sal por kilogramo de harina a 16,3 g de forma progresiva en cuatro años sin que los consumidores protestaran por su sabor ni dejaran de consumirlo.
Julio 2/2017 (agenciasinc.es) Fuente: Noticias de Salud Al día

Referencia bibliográfica:

Aparicio A; Rodríguez-Rodríguez E, Cuadrado-Soto E, Navia B, López-Sobaler AM, Ortega RM. ‘Estimation of salt intake assessed by urinary excretion of sodium over 24 h in Spanish subjects aged 7–11 years’. Eur J Nutr (2017) 56:171–178 DOI 10.1007/s00394-015-1067-y