Probablemente, varios de los lectores de este artículo en determinado momento han recibido correos electrónicos “seductores”, en los cuales, de forma encomiástica, cordial y sospechosamente entusiasta, quizás haciendo referencia a investigaciones anteriores del destinatario, el editor ejecutivo de una revista foránea les invita a contribuir con algún informe científico en la confección de un número cuya publicación es inminente.
Este tipo de invitación puede resultar un molesto incidente para múltiples profesionales o tal vez, una oferta tentadora para otros, pues la perciben como una oportunidad rápida y facilista para optimizar su gestión curricular.
Tales mensajes constituyen una intrusión en la privacidad de los usuarios, consecuencias de políticas de difusión fraudolentas, agresivas e indiscriminadas, carentes de transparencia, promotoras del plagio y transgresoras de la ética científica, practicadas por pseudorevistas conocidas con el término despectivo de “revistas depredadoras”.
Estas revistas constituyen una amenaza a la ética de las publicaciones científicas, pues tienen como objetivo obtener reconocimiento y beneficios económicos, a expensas de prácticas deshonestas, que fomentan el plagio y ocasionan perjuicios sobre los autores, pacientes e instituciones académicas.
El presente artículo de opinión tuvo como objetivo describir las características de las revistas depredadoras y la pseudopublicación científica en general.
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