Cuando el pasado 15 de mayo la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que el nuevo coronavirus podría haber llegado para quedarse, una nube de incertidumbre envolvió a los más optimistas. Nada sería como antes, la nueva normalidad podría traer consigo cambios sustanciales en nuestras formas de vida.
El SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, ya ha sido diagnosticado en más de 5,5 millones de personas en todo el mundo, con la triste cifra de 345,433 muertos hasta este martes. Los expertos no tienen claro cuándo se podrá frenar su expansión y ahora pronostican que el virus podría no desaparecer nunca.
Aun cuando Cuba alcanzó el pasado 24 de abril el pico de la epidemia, y cada día son menos los casos detectados y activos en el país, no hay un minuto de descanso porque el riesgo sigue presente.
Alejados de cualquier pronóstico tremendista, el equipo de epidemiólogos, modeladores matemáticos, geógrafos y otros tantos especialistas que no le pierden ni pie ni pisada al nuevo virus, continúan su trabajo.
«Por el comportamiento de los últimos días podemos hablar de una tendencia a un control de la enfermedad. Esto se refleja tanto en los casos activos como en los reportes diarios. Este control significa que el sistema de salud puede soportar lo que viene a futuro, que es la endemia», aseguró a Cubadebate el doctor Pedro Más Bermejo, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología.
Por su parte, Armando H Seuc, Dr.C Matemáticas de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, explica que en países con un pico epidemiológico de hace más de dos semanas y donde la curva se mantiene a la baja como en Cuba, los rebrotes no alcanzan las mismas cifras que antes.
A juicio de Pedro Más, uno de los errores en varios países ha sido levantar aceleradamente las medidas por las grandes presiones económicas existentes. «De las ocho medidas más comunes para desescalar, la primera es la apertura de los centros laborales, sin embargo la que muy pocos implementan es la realización de eventos públicos, actividades culturales y deportivas, para evitar las grandes concentraciones de personas», puntualizó.
Los modelos matemáticos indican que La Habana es el epicentro de la COVID-19 en la Isla, y todo parece indicar que será “la cola de la pandemia”, de camino a su control, lo cual demuestra que la capital define el éxito de la batalla para poner freno a la enfermedad.
«Lo que sucede en La Habana es algo habitual a lo que acontece en otras epidemias al tener la condición de ciudad capital. La proyección es que para el día 80 (30 de mayo) el país esté en endemia, pero La Habana se mantendrá reportando activos hasta los 120 días (10 de julio). Luego del día 80 la ciudad es la que va a cerrar la epidemia. El cálculo es que para el 15 de junio tengamos muy pocos casos. Como podemos ver en los gráficos La Habana incluso tuvo el pico desplazado al del resto del país».
Las simulaciones gráficas muestran el pronóstico de que habrá un 70% de la población que será susceptible a lo largo del tiempo, y un 0,4% de personas con la enfermedad, siendo este un comportamiento similar al que ocurre en varias enfermedades, como el caso de la gripe.
«Bajo estos supuestos, si se mantiene la endemia, el primer rebrote debe ocurrir a mediados de noviembre, lográndose estabilizar a lo largo del tiempo, al igual que ocurre con los susceptibles». El vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología alerta que aunque durante los rebrotes u oleadas las cifras serán menos, no se debe subestimar este fenómeno.
Fuente: Cubadebate – 27 mayo 2020
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