Hoy rendimos honor en su día al más grande de todos los urólogos cubanos. Vea el Panegírico de Joaquín Albarrán Domínguez:
Nació en Villa de la Concepción de Sagua la Grande, el 9 de mayo de 1860, en la isla de Cuba, aun española, hijo de un emigrante español y de madre cubana. Sus padres fueron Pedro Pablo Albarrán, de Jerez de la Frontera, Cádiz y Micaela Domínguez, de Matanzas.
Cursó sus primeros estudios en el Real Colegio de Belén de los Padres Jesuitas, de La Habana.
Debido a los problemas políticos que atravesaba la isla, reciente aun el abominable hecho del fusilamiento de los estudiantes de Medicina, en 1871, su familia, con la ayuda de su padrino y protector, un médico catalán, decide enviarlo a estudiar a España.
En 1872 llega a Barcelona y en su instituto finaliza el bachillerato a la edad de trece años, al curso siguiente inicia los de Medicina en la Universidad, en los que obtuvo la calificación de sobresaliente en todas las asignaturas; se licenció con 17 años de edad en 1877, y obtuvo en Barcelona, la Licenciatura en Medicina.
A los 18, en la ciudad madrileña se convierte en Doctor en Medicina, grado que alcanzó con su trabajo «Contagio de la tisis» obteniendo premio extraordinario el 27 de septiembre de 1878 en el gran anfiteatro de la Facultad de Medicina de Madrid.
Regresó a Barcelona con el propósito de regresar a Cuba, pero dada su valía, le aconsejaron que efectuase una ampliación de estudios en Europa. En la primavera de 1879 se trasladó a París para ampliar sus estudios.
París lo conquistó, encontró su mundo y se quedó allí, revalidó su carrera. En 1883 a los 23 años ganó el concurso de externo en los hospitales de París y en 1884 tras aprovechar toda oportunidad para enriquecer sus conocimientos se presenta entre 400 aspirantes y obtiene por oposición la primera de las 48 plazas de interno en Medicina y Cirugía de los Hospitales y Hospicios de París.
En este escenario cinceló bellas páginas de humanitarismo, como la ocurrida un domingo del mes de marzo de 1885 en el Hospital de Niños Enfermos de París, donde se encontraba al frente del Servicio de Difteria, desprovisto de los elementales recursos médicos y técnicas que tal enfermedad demandaba y para evitar la asfixia de los pacientes, causada por las toxinas del terrible bacilo, aspiraba directamente del fondo de la garganta, las falsas membranas diftéricas y le practicaba a los pacientes una reanimación por respiración boca a boca que lograba recuperarlos del cuadro respiratorio grave, que ese día le provocó, una contaminación que casi lo lleva a la muerte. Sin posibilidades de disponer del personal facultativo necesario, por ser domingo y estar en su servicio de guardia se practica una traqueotomía, auxiliado solamente por el enfermero que le sostuvo el espejo, colocándose una cánula. Luego realizó la cura y dio por terminada su auto-operación.Concluye la anécdota que se presentó como de costumbre, al amanecer del siguiente día, al pase de visita habitual del Hospital.
Durante este tiempo trabajó como ayudante de pasantía, en los laboratorios de bacteriología y microbiología. Entabló amistad con el célebre profesor Eduardo Brissaud, en el laboratorio de histología. Se relacionó con el famoso neurólogo francés Luis A. Ramvier, quien lo acepta entre sus discípulos en el Colegio de París.
Acudió, también, al laboratorio de Luis Pasteur para estudiar Bacteriología.En su condición de bacteriólogo demostró el papel patógeno de la Bacteria piógena (de Albarrán y Hallé), identificada posteriormente como Bacterium-coli en las infecciones urinarias.
En el segundo año de internado rotatorio pasa por el Servicio de Urología del Profesor Charles Guyón. Durante el período de internado se orienta definitivamente hacia la cirugía y se especializa en intervenciones quirúrgicas dentro del campo de la Urología.
A los 29 años Albarrán ganó la medalla de oro en los hospitales de la capital francesa y ascendió a Profesor Asistente, en 1889. Fue así como asumió la jefatura de la Clínica de Enfermedades de Vías Urinarias del Hospital Necker, en 1890.
Le fue otorgada la condición de Académico de Mérito de La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en 1890 y como resultado de sus notables aportes resultó electo Vicepresidente de la Asociación Francesa de Urología.
En 1892 el nombramiento de Profesor Agregado de Cirugía y asciende a cirujano de los hospitales de París en 1894.
Fue miembro de la Academia de Medicina de París, la que lo premió en varias ocasiones(1897, 1899, 1904).En 1900 escribió su trabajo sobre la nefritis del riñón canceroso.
Cuando su mentor, el doctor Guyón, se retiró de la cátedra en la Universidad de la Sorbona, Albarrán ocupó su puesto (1906), a los 46 años y alcanza la cumbre de su carrera profesional.
En el año 1906 alcanza la más alta jerarquía universitaria: Profesor Titular de la Cátedra de Medicina de la Universidad de París, donde se reconoce como el profesor más joven del grupo, además de ser ya por esa época, el primer cirujano urólogo del mundo.
Entre los trabajos más relevantes que aportó a la Urología aparecen: Enfermedades quirúrgicas del riñón y la uretra (1899), Exploración de las funciones renales (1905) y Medicina operatoria de las vías urinarias (1909).
En París obtuvo triunfos nunca antes alcanzados por médicos extranjeros; su curriculum vitae es uno de los más extraordinarios registrados hasta ahora en los Anales de la Academia de Ciencias y la Facultad de Medicina franceses.
Fue miembro de prestigiosas instituciones científicas. Mereció valiosas distinciones y premios; en 1907 el Gobierno francés lo honró con la condición de Oficial de la Legión de Honor.
Sus conocimientos enciclopédicos aplicados a un dominio especial de la Medicina hicieron que fuera considerado el más completo de los urólogos modernos.
De sentimientos patriotas comprobados, durante los años de las guerras de independencia contribuyó generosamente a auxiliar la causa de la libertad dando 5000 francos al morir Maceo y entregó, por lo menos en 1896, algunas mensualidades a la delegación parisiense. Incluso hace una entrega de 150 francos en enero de 1898. No fue tampoco indiferente a las públicas manifestaciones de nuestra cultura médica.
Mostró inmenso amor y desvelo sentía por el futuro de su patria. En un discurso ofrecido en el banquete dedicado en su honor por la “Crónica Médico-Quirúrgica de la Habana”, el 9 de septiembre de 1885, en el restaurante El Louvre expresó:
“…y adelante seguiré llevando en mi cerebro el afán por la ciencia y en mi pecho el amor por mis compatriotas.”[i]
Posteriormente en un banquete homenaje que le ofreció la clase médica cubana, el 9 de septiembre de 1890 dijo:
“Brindo señores, porque se le den a Cuba los elementos que le faltan para su completo desarrollo científico y por el porvenir de la Ciencia que tendrá consigo el porvenir moral y material de la tierra en que nacimos”.
José Martí, en 1894, calificó al Doctor Joaquín Albarrán como «de lo más valioso de nuestra gente en París»
Cuando su potencia intelectual se hallaba en plena madurez y ya había sido propuesto para recibir el Premio Nobel, fallece un 17 de enero de 1912, a los 51 años de edad, afectado mortalmente de tuberculosis.
En el Hospital Necker se conserva su busto y sus restos se encuentran enterrados en el cementerio del Pere Lachaise de París.
Joaquín María Albarrán y Domínguez, representa a uno de los legítimos valores de la Medicina mundial. Su valioso trabajo científico y su vida misma constituyen un formidable ejemplo para las actuales generaciones de médicos.
Nuestra ofrenda a su destacado legado, será siempre admiración, agradecimiento y profundo respeto.
Dr Ivan @ 11:12 pm
Interesante articulo sobre la historia de el padre de la urologia cubana.