Historia de la quimioterapia

La quimioterapia es un tipo de tratamiento contra el cáncer que utiliza uno o más medicamentos (agentes quimioterapéuticos o agentes alquilantes) como parte de un régimen farmacológico estandarizado. La quimioterapia se puede administrar con una intención curativa (que casi siempre involucra combinaciones de medicamentos) o puede tener como objetivo prolongar la vida del paciente o reducir los síntomas (quimioterapia paliativa).

Los agentes quimioterapéuticos tradicionales son citotóxicos porque interfieren con la división celular (mitosis), pero las células cancerosas varían ampliamente en su susceptibilidad a estos agentes. En gran medida, se puede pensar en la quimioterapia como una forma de dañar o estresar las células, lo que puede conducir a la muerte celular si se inicia la apoptosis. Muchos de los efectos secundarios de la quimioterapia pueden atribuirse al daño colateral de las células normales.

Su empleo comenzó en la década de 1940 con los primeros usos del gas mostaza y drogas antagónicas al ácido fólico para el tratamiento del cáncer. El desarrollo de medicamentos contra el cáncer se ha convertido en una industria multimillonaria y a pesar de que la mayor revolución en este campo se debe a la targeted therapy (terapia dirigida), muchos de los principios de la quimioterapia descubiertos por los primeros investigadores aún se aplican en la actualidad.

Los inicios de la era moderna de la quimioterapia pueden ser relacionados directamente con el descubrimiento de que el gas mostaza, un agente químico de uso militar, podía ser usado con efectividad para el tratamiento contra el cáncer. Los farmacólogos, Louis S. Goodman y Alfred Gilman fueron reclutados por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos para investigar el potencial terapéutico de la aplicación de los agentes activos de las armas químicas en la medicina.

Resultados de autopsias y otros estudios en personas expuestas al gas mostaza habían revelado una profunda disminución de la linfa. Goodman y Gilman razonaron que este agente podría ser usado en el tratamiento del linfoma, dado que éste es un tumor formado por células linfáticas. Entonces, realizaron sus experimentos en animales: desarrollaron linfomas en ratónes y demostraron que podían tratarlos con gas mostaza.

Más adelante, y con la colaboración del cirujano de tórax, Gustav Linskog, inyectaron un agente derivado: la mustina (el prototipo de la quimioterapia anticancerígena con gas mostaza), en un paciente con linfoma no hodgkiniano. Los investigadores observaron una dramática reducción en la masa tumoral del paciente. A pesar de que este efecto duró solo unas pocas semanas, aquel fue el primer paso en la demostración de que el cáncer podía ser tratado con agentes farmacológicos.

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, se realizaría un segundo gran avance en el desarrollo de quimioterapia. Sidney Farber, un patólogo de la Escuela Médica de Harvard, estudiaba los efectos del ácido fólico en los pacientes con leucemia.

El ácido fólico, una vitamina esencial para el metabolismo del ADN (no se conocía la importancia del ADN en ese momento), había sido descubierto por Lucy Wills, mientras trabaja en la India en 1937. Dicho agente parecía estimular la proliferación de células de leucemia linfoblástica aguda cuando era administrada a niños con dicho tipo de cáncer.

En uno de los primeros ejemplos de diseño racional de medicamentos (más que un descubrimiento accidental), en colaboración con Harriett Kilte y los químicos de los Laboratorios Lederle, Farber usó metabolitos análogos. Estos fueron, primero la aminopterina y luego amethopterina (hoy metotrexato), que eran antagónicos al ácido fólico y bloqueaban la función de las enzimas que requerían este metabolito.

Cuando se administraron a niños con leucemia linfoblástica aguda en 1948, estos agentes se convirtieron en las primeras drogas que indujeron la remisión en niños con leucemia linfoblástica aguda. La remisión fue breve, pero el principio había quedado establecido: los antimetabolitos podían suprimir la proliferación de células malignas, y podían, de esta forma, restablecer el funcionamiento normal de la médula ósea.

En 1965, ocurrió el mayor avance en terapia contra el cáncer. James Holland, Emil Freireich, y Emil Frei formularon la hipótesis de que la quimioterapia podría seguir una estrategia similar a la usada por la terapia antibiótica contra la tuberculosis: la combinación de drogas, cada una con un mecanismo de acción diferente.

Las células cancerosas podrían mutar considerablemente hasta volverse resistente a un agente invididual, pero utilizando diferentes drogas concurrentemente sería más difícil para el tumor desarrollar resistencia a la combinación.

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