En el servicio de Hematología del Hospital Clínico-Quirúrgico Hermanos Ameijeiras se realizó el trasplante de médula ósea número 200, uno de los de mayor complejidad de los que se realizan en los seres humanos, que se elevan a más de 300 en el país cuando sumamos los practicados en el Centro de Investigaciones Médico-Quirúrgicas, el Instituto de Hematología y en el hospital Arnaldo Milián, de Santa Clara.
El profesor José Carnot Uría, jefe del Grupo Nacional de Trasplantes de Médula Ósea y responsable en el Hermanos Ameijeiras de estos injertos desde que se iniciaron en esa institución en 1985, indicó a Granma «el alto compromiso del Gobierno revolucionario a favor de la salud de la población», que ha logrado mantener de forma gratuita estos costosos trasplantes, incluso en las etapas más difíciles del período especial y en la actual coyuntura económica internacional.
El costo de este proceder oscila entre los 150 000 y 200 000 dólares en los países altamente desarrollados, gastos que asume el Estado en nuestro país.
Los injertos de médula, dirigidos a la destrucción de células tumorales, constituyen una esperanza de curación para pacientes con leucemias, linfomas, anemia aplásica (ausencia de células en la médula), y otras enfermedades consideradas «incontrolables».
A diferencia de los trasplantes de corazón, riñón, hígado, en que los pacientes requieren durante toda la vida la administración de inmunosupresores (fármacos que contribuyen a evitar el rechazo), en los de médula solo se emplean durante un período de seis meses a un año.
La médula ósea se localiza en la cavidad hueca de los huesos planos —esternón, costillas, vértebras y pelvis, fundamentalmente— y es la encargada de la formación de todas las células de la sangre (glóbulos rojos, leucocitos, plaquetas) a partir de células conocidas como «madre» o «progenitoras».
La extracción de la médula ósea se realiza generalmente mediante una pequeña incisión en la parte posterior de la cadera, con anestesia general o raquídea, que permite introducir una larga aguja en el hueso de la pelvis, a través de la cual se aspira la médula: un tejido líquido similar a la sangre.
El receptor de ese «tejido líquido» lo recibe como si fuera una transfusión de sangre, que empieza a circular por el organismo, «invade» los huesos que se encuentran literalmente «vacíos» por la acción de tratamientos previos de irradiación o citostáticos aplicados a los enfermos, y al encontrarse en su hábitat natural comienza el proceso de proliferación.
De acuerdo con las características de la enfermedad, estos trasplantes pueden ser autólogos, si se utilizan las mismas células de la médula ósea del paciente, o alogénicos, cuando se remplaza la médula ósea de la persona enferma por células de la médula de un donante, generalmente un hermano.
De los 200 injertos realizados en el Hermanos Ameijeiras, 143 son autólogos y 57 alogénicos, y un 50% de los pacientes fueron curados, los que mayoritariamente estaban aquejados de leucemia y linfomas.
Los avances tecnológicos posibilitan contar hoy en el país con equipos para realizar los denominados «trasplantes de células progenitoras hematopoyéticas de sangre periférica». Ello no es más que la movilización de las células madre que se localizan en la médula (léase, por ejemplo, hueso de la cadera) hasta el torrente sanguíneo, para de ahí poderlas recolectar y extraerlas por vía venosa con auxilio de equipos parecidos a los de hemodiálisis, evitando con ello el empleo de un salón de operaciones, los riesgos de la anestesia y las punciones, con una recuperación y estadía hospitalaria más corta