septiembre 2016 Archivos

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Una investigación internacional ha analizado los riesgos de mortalidad de los bebés en los embarazos gemelares en función de la edad gestacional.Según los datos recogidos en este estudio, publicado en la revista British Medical Journal,  el parto debería adelantarse a la semana 37 para reducir al mínimo la mortalidad intrauterina y neonatal. El trabajo no encuentra evidencias para indicar el fin de la gestación antes de la semana 36.

El riesgo de muerte fetal intrauterina es mayor en embarazos múltiples que en embarazos de un único feto. Con frecuencia, el momento del parto en los embarazos gemelares sin complicaciones se adelanta con el objetivo de prevenir esta mortalidad fetal intrauterina. A pesar de esta práctica habitual, no se conoce con certeza cuál es la edad gestacional óptima a la que se debe inducir el parto con el objetivo de minimizar los riesgos para la madre y para los recién nacidos.

Las recomendaciones actuales varían, oscilando entre las semanas 34 y 37 para el caso de embarazos monocoriales (ambos fetos comparten la misma placenta) y desde la semana 37 a la 39 en los embarazos bicoriales (dos placentas).

El parto en los embarazos gemelares sin complicaciones se suele adelantar para prevenir la mortalidad fetal intrauterina

Un nuevo trabajo internacional publicado en la revista British Medical Journal  ha concluido que el parto debería adelantarse a la semana 37 para reducir al mínimo la mortalidad intrauterina y neonatal. En este estudio participan Javier Zamora y David Arroyo, investigadores del IRYCIS del grupo de la Unidad de Bioestadística Clínica del Hospital Universitario Ramón y Cajal y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP).

Diez años de estudios bajo la lupa

Los científicos analizaron los resultados de 32 estudios, realizados en los últimos 10 años, que incluyeron mujeres con embarazos no complicados de gemelos y en los que se comunicaban resultados de mortalidad intrauterina y neonatal (que ocurre en los primeros 28 días tras el parto) para diversas edades gestacionales posteriores a la semana 34.

En conjunto, los estudios incluyeron 35 171 embarazos de gemelos (29 685 bicoriales y 5 486 monocoriales). Con la intención de minimizar los sesgos del estudio, los investigadores analizaron cuidadosamente tanto el diseño de los estudios incluidos en la revisión sistemática como su calidad metodológica y el riesgo de proporcionar resultados poco fiables.

Los resultados para los embarazos bicoriales mostraron que el riesgo de muerte fetal intrauterina se equilibraba con el riesgo de muerte neonatal hasta la semana 37 de gestación. Sin embargo, retrasar el parto una semana adicional (semana 38) producía en promedio 8,8 muertes por cada 1.000 embarazos por el incremento en el riesgo de muerte fetal intrauterina.

En los embarazos monocoriales, el riesgo de muerte fetal parece ser mayor que el de la muerte del neonato tras el parto más allá de la semana 36 de gestación. Sin embargo, el menor número de embarazos recogidos de este grupo impiden hacer una recomendación firme sobre el momento óptimo del parto electivo en este grupo de embarazos monocoriónicos.

En las mujeres con embarazos de mellizos, el parto se debe considerar en la semana 37 de gestación

Las tasas de morbilidad neonatal (incluyendo el síndrome de dificultad respiratoria, septicemia o convulsiones neonatales) y el ingreso en unidades de cuidados intensivos neonatales se redujo de forma consistente con el aumento de la edad gestacional en ambos grupos.

No antes de la semana 36

Teniendo en cuenta estos cálculos, los investigadores indican que, en las mujeres con embarazos bicoriales, el parto se debe considerar en la semana 37 de gestación para prevenir las muertes intrauterinas. En los embarazos gemelares monocoriales, “no hay evidencia que apoye la decisión de adelantar de forma rutinaria el parto electivo antes de la semana 36”.

Los autores señalan que el riesgo real de muerte fetal intrauterina al final del embarazo “podría ser superior a las estimaciones calculadas en el trabajo debido a las prácticas de planificación del momento del parto aplicadas a los embarazos múltiples”. En conclusión de los autores, “el estudio proporciona una revisión exhaustiva de las estimaciones que comparan el riesgo de muerte fetal y la mortalidad neonatal en diferentes edades gestacionales, información necesaria para la planificación del parto de los embarazos de gemelos sin complicaciones”.

Esta información, concluyen los autores, “complementará los continuos esfuerzos nacionales e internacionales orientados a reducir las tasas de muerte fetal y las complicaciones neonatales inesperadas en los bebés nacidos prematuramente”.

Septiembre 10/2016 (SINC) Fuente: Noticias de Salud Al Día

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El cáncer de cuello uterino, está fuertemente asociado con la infección por el virus del papiloma humano (HPV), que es de alto riesgo oncológico. Existen estudios sencillos para su detección, que consisten principalmente en el raspado de la abertura del cuello uterino para el análisis de las células. Sin embargo, esta práctica, que corresponde al ámbito de la citología, no ha tenido gran impacto en la meta de disminuir las tasas de incidencia y mortalidad de este tipo de cáncer, que aún se mantienen altas en la región y, desgraciadamente, en algunas zonas tiende a aumentar, circunstancia de la que Argentina no está excluida.

El 50 % de las pacientes que presentan cáncer de cuello de útero nunca se hicieron un examen; el 25 %, se realizó el último en un plazo previo de cinco años; el 10 %, presentaba exámenes con resultados falsos negativos (el estudio citológico posee una precisión y certeza limitada); y un 15 %, fueron perdidas en el seguimiento o tuvieron un manejo diagnóstico terapéutico equivocado.

A esta realidad se le agrega el gran aumento de los casos de infección por HPV. Para mejorar estas cifras y lograr disminuir la incidencia de la enfermedad y su mortalidad, se deberá asegurar el acceso y cumplimiento de lo que los especialistas denominamos “catastro citológico” (la realización de papanicolaou), así como su frecuencia sostenida en el tiempo.

La disponibilidad de nuevas técnicas moleculares para las pruebas de detección de lesiones precancerosas y la existencia de vacunas altamente eficaces que previenen casi todas las lesiones relacionadas con los virus que representan alto riesgo de desarrollar cáncer (como los tipos 16 y 18 de HPV), en mujeres no expuestas previamente, disminuirán en los próximos años las enfermedades relacionadas con esta infección.

El virus de papiloma humano está vinculado con el desarrollo de cáncer de cuello uterino y de otros tipos (de vagina, vulva, ano, pene, boca, lengua, faringe y laringe).

Sin embargo, es importante tener en cuenta que es causa necesaria, pero no suficiente para el desarrollo del cáncer cervical. Para entender el porqué de esta afirmación, es necesario saber que no todos los tipos de HPV son capaces de llevar a la malignización de los epitelios, que son las células que forman la capa externa de las mucosas. Solo los pertenecientes al grupo de alto riesgo producen los cambios necesarios para generar cáncer y se destacan, más frecuentemente, los tipos 16, 18, 45, 33 y 31. De todas maneras, intervienen otros factores que incluyen al paciente y el tiempo.

Estadísticas

Alrededor del 70 % de las personas sexualmente activas tendrán contacto con el virus del papiloma humano en algún momento de la vida. La infección se adquiere a través de relaciones sexuales con parejas infectadas, con un pico casos en el segmento de edad que va entre los 19 y 29 años, que es, también, la época de mayor actividad sexual.

Distintas investigaciones determinaron que al año del debut sexual el 40 % de las personas presentará una infección por HPV, cifra que aumenta al 60 % a los dos años. El 80 % de las infecciones –inclusive las producidas por los virus más agresivos– son transitorias, es decir, son controladas por el sistema inmune y se hacen indetectables en aproximadamente uno a dos años, por lo que la sola presencia del HPV no desencadena la transformación maligna del epitelio, esto es: una infección no genera siempre un cáncer de cuello uterino.

La detección de lesiones por HPV transitorias desencadenan ansiedad y el temor a sufrir cáncer –además de implicar el estigma de una enfermedad de trasmisión sexual–, por lo que muchas organizaciones internacionales aconsejan comenzar el control citológico (PAP) a partir de los 21 años, para evitar la ansiedad de recibir un informe patológico de una infección que en la mayoría de los caos no será definitiva y no tendrá consecuencias futuras para la portadora.

Se estima que el tiempo necesario para progresar a la malignidad, en caso de permanecer sin tratamiento, es de 10 a 20 años de iniciada la infección.

La mayor incidencia de las lesiones precancerosas ocurre aproximadamente entre los 30 y los 40 años y la del cáncer de cuello cerca de una década después. Es por ello que los programas de detección (tamizaje) están dirigidos a mujeres a partir de entre 25 y 30 años, con el fin de identificar aquellas portadoras de lesiones precursoras.

Sin embargo, no sólo la infección y persistencia por un virus de alto riesgo son elementos suficientes para la transformación maligna, es necesario que se produzcan varios eventos, como actividad sexual sin protección con numerosas parejas, baja inmunidad (la sufren algunas personas en proceso de trasplante de órganos, portadores de VIH, mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, o quienes tienen predisposición genética o mala nutrición), fumar cigarrillos y –aunque es materia de cuestionamientos– se considera como factor de riesgo a la toma de anticonceptivos orales.

La vida moderna lleva sobre todo a la gente joven a una actividad diaria desordenada, incluyendo el mal hábito alimentario, por lo que siempre es aconsejable mejorar la alimentación, para hacerla lo más saludable y completa posible, con suplementos recomendados por su médico que apoyen un estímulo inmunológico para la salud cervical.

La detección precoz es clave, por lo que se recomienda comenzar a realizarse los estudios diagnósticos a los 21 años –sin importar la edad del inicio de la actividad sexual ni otros factores de riesgo– y dejar de someterse a ellos a los 65 años, si nunca tuvo antecedentes de infección por HPV. Con una frecuencia de tres años si no se presentan factores de riesgo y los tres últimos controles anuales son negativos. En casos especiales, se necesitará determinar la presencia del virus por técnicas moleculares y para ellos valorar la existencia de los virus de alto riesgo de producir transformación maligna (test de genotipificación de HPV).

Pero todos los esfuerzos deben enfocarse en la educación sexual temprana de niños y adolescentes y la vacunación universal del HPV para ambos sexos.

Esta conducta es segura, eficaz y, cuando es usada en los adolescentes antes del inicio de las relaciones sexuales, ha demostrado que su efectividad determina que los beneficios sean mayores que los costos.

 El hombre del estudio

El médico griego Georgios N. Papanikolaou –o George Papanicolaou–, quien falleció en 1962, es célebre por haber desarrollado una prueba para la detección temprana de cáncer en el cuello uterino, hoy llamada “prueba de Papanicolaou o PAP”. Por ello se lo considera pionero en citología.

HPV y cáncer

En la década de 1970, el médico alemán Harald Zur Hausen descubrió la relación existente entre el virus del papiloma humano (VPH o HPV) y el cáncer de cuello de útero, trabajo que al científico le valió el Premio Nobel de Medicina 2008.

Alternativas de prevención

Actualmente, existe la posibilidad de reducir el número de casos de cáncer gracias a la vacunación. La vacuna ha sido estudiada y probada en varios estudios, en diferentes países, y con más de 150 millones de dosis colocadas en todo el mundo. Desde hace más de 10 años, principalmente en los países industrializados, su seguridad y eficacia está garantizada. En Australia, por ejemplo, la vacunación contra el virus del papiloma humano se ha llevado a cabo en los centros escolares, y más de 70 % de esta población ha sido protegida de esta infección. Allí, hay claras evidencias de su efectividad: el número de verrugas anogenitales (una de las consecuencias de infección por HPV) disminuyó en un 90 %.

Por otro lado, el adolescente debe tener una educación sexual permanente y desde temprana edad, además de un acceso apropiado al cuidado de su salud.

Septiembre 13/2016 (Mirada profesional) Fuente: Noticias de Salud Al día

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26-09-16

Programa Científico del XVI Congreso de la Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología

Ponemos a su disposición el Programa científico final de nuestro evento. Le sugerimos descargarlo por partes (por su volumen, se halla dividido en dos partes).

Programa (1ra. parte) [Página 1 a la 78)

Programa (2da. parte- continuación y final) [Págs. 79 al final]

 

Junta de Gobierno de la SCOG