El 18 de febrero de 1881 en la Conferencia sanitaria internacional de Washington, el doctor cubano Carlos Juan Finlay discutió su teoría científica acerca de la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito.
El planteamiento de la teoría de transmisión de la fiebre amarilla por un agente intermediario (el mosquito Aedes aegypti) que hiciera en 1881 y donde señaló las tres condiciones necesarias para que la enfermedad se propagase:
- La existencia de un enfermo de fiebre amarilla.
- La prolongación de la vida del mosquito entre la picada hecha a la persona enferma y la que hará a una persona sana.
- La coincidencia de que sea un sujeto apto para contraer la enfermedad la persona a que pique éste mosquito infectado.
Pero no se detuvo en esa etapa de la concepción teórica y del planteamiento de la hipótesis, pues diseñó un método experimental para comprobar estos elementos planteados y posteriormente los verificó con la práctica desde su puesto al frente de la dirección de sanidad con la campaña de saneamiento y con las medidas que permitieron erradicar la enfermedad.
Fue propuesto en primera instancia para el Premio Nobel de 1905 por el eminente científico inglés Ronald Ross, quien había obtenido el galardón en 1902 por haber sentado las bases para prevenir el paludismo. Fue también propuesto para el premio de 1906, conjuntamente con el doctor Henry Rose Carter, por el Coronel doctor John W. Ross, jefe de sanidad de la Armada de los Estados Unidos de América. El doctor Carl Sundberg, miembro del comité del Premio Nobel, reiteró la propuesta de Finlay y Carter para 1907. Asimismo se le propuso para el premio de 1912 por el profesor Braut Paes Lewe, de la Facultad de Medicina de Rio de Janeiro y por el doctor Charles Louis Alphonse Laveran, quien lo había obtenido en 1907, por su descubrimiento de uno de los hematozoarios del paludismo. Laveran repitió su propuesta de Finlay junto a Arístides Agramonte para los premios de 1913, 1914 y 1915.
En ninguna de las siete ocasiones se le confirió a Finlay el Premio Nobel. No obstante, este trascendental hecho puso en alto el nombre de la medicina cubana y nos enorgullece aún en nuestros días.