Como parte del programa de la Mesa Redonda “Salud y ciencia: La respuesta integrada de Cuba ante la COVID-19” la directora del Centro Nacional de Genética Médica, Beatriz Marcheco Teruel, inició su intervención destacando el trabajo del Programa de Genética en la atención a las embarazadas que han padecido la enfermedad, así como el seguimiento a los niños contagiados con el SARS-CoV-2.
Al referirse a las investigaciones internacionales sobre la evolución de la COVID-19, Marcheco Teruel mencionó evidencias que aseguran que existe predisposición genética a la forma y severidad con que padecemos la enfermedad. “Requerimos de un sistema inmune en óptimas condiciones para responder al virus que ataca nuestro organismo”, explicó.
La doctora dijo que existen un grupo de variaciones genéticas, llamados errores congénitos de la inmunidad, encargados de ordenar y preparar el sistema inmune para el enfrentamiento al virus.
Todo parece indicar, según investigaciones rusas, chinas, italianas y españolas, que el grupo sanguíneo pudiera estar relacionado con la severidad de la enfermedad, particularmente el grupo A+.
Entre dichas variaciones genéticas la doctora se refirió además a un gen que parece estar relacionado con las complicaciones de la enfermedad en el organismo, así como con la letalidad, en algunas ocasiones diferente para hombres y mujeres.
Estos resultados ponen en evidencia la importancia de las investigaciones desde el punto de vista de la genética para una adecuada intervención clínica desde la base.
Marcheco Teruel destacó un estudio genético realizado en la provincia de Pinar del Río con 49 pacientes positivos al SARS-CoV-2 y algunos realizados en otras localidades de Las Tunas y Cienfuegos que se extenderán a todas las provincias del país.
En estos estudios para definir las características genéticas de los cubanos en la predisposición y protección ante la COVID-19, se comprobó, por ejemplo, que existen personas cuyo sistema inmune presenta fortalezas ante la enfermedad.
Los pacientes son estudiados divididos en tres grupos: los positivos que nunca tuvieron síntomas, los positivos que tuvieron síntomas leves y los positivos que desarrollaron formas severas.
En Cuba, señaló la doctora, se estudia además a un cuarto grupo: los familiares de primer grado que viven en casa del enfermo, que estuvieron expuestos al virus y que nunca fueron PCR positivos.
Se trata de determinar,
a partir de una entrevista clínica minuciosa, qué recursos tienen esas personas que les permitieron no adquirir la enfermedad. Para ello, explicó, se evalúan los modos de alimentación, los hábitos tóxicos, así como las enfermedades inmunológicas.
Marcheco Teruel apuntó que descubriendo estos elementos personalizados de la población cubana ante la COVID-19, podremos desarrollar estrategias para prevenir en la mayor medida posible la enfermedad y sus consecuencias.
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