Ciertas tribus de la India y de Sudamérica suturaban las heridas de una forma muy ingeniosa. Juntaban los bordes de la herida y aplicaban una hormiga o escarabajo para que los mordiera; cuando el insecto lo hacía le retorcían el cuello rápidamente, quedando las mandíbulas rígidas al morir y actuando como fantásticos puntos de sutura
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